Loreto fue voluntaria por un año en la Ciudad de los Niños. ¡Hola a todos y todas!

Hace casi cuatro años (día veintiséis de septiembre) de mi llegada a la Ciudad de los Niños y desde entonces no soy la misma, pues algo muy dentro de mi cambió. Iba de España. 

Hoy quiero compartiros algunos de mis sentimientos. Así que aquí os lo dejo para quien tenga ganas y tiempo de leerlos.

Desde pequeñita, soñé que algún día marcharía lejos. Lo que nunca imaginé es que iban a ser tan generosos conmigo, tan generosos por hacerme un regalo y, de los miles de proyectos repartidos por el mundo, me iban a mandar aquel que estaba hecho para mí.

No dormí nada en toda la noche, y no de nervios, si no preparando cosas y despidiéndome vía teléfono de todo el mundo importante para mí. Por la mañana, salimos destino aeropuerto. Allí estaban las personas más importantes de toda mi vida: mis padres y mis 3 hermanos mayores.

Compartiendo en la CN Pedí a mis amigas y amigos que por favor no fueran, que no me lo hicieran más difícil... El caso es que llegó la hora de embarcar y, según pasé la puerta de embarque, sabiendo que todos quedaban llorando, no volví mi vista atrás, no la volví porque sabía que era hacia delante donde tenía que fijar mis energías, porque sabía que era lo correcto, porque sabía que no me había confundido y que era allí donde quería marchar.

Después de un largo viaje  llegué al aeropuerto de San Salvador. Cuando salí, no tuve duda de quién me estaba esperando.  Según te vi padre, sabía que eras tú. La bienvenida fue cariñosa, y me sentí muy segura desde el primer abrazo que me diste Padre Mario. De ahí fuimos a recoger a un voluntario panameño que paseaba por un centro comercial, “Robin”.  Seguido, a cenar a Metro Centro de Santa Ana.

Todo era nuevo, todo lo miraba, pero en ningún momento me sentí nerviosa ni decepcionada. Llegamos a la Ciudad de los Niños, y todo estaba en silencio puesto que era de noche, y yo tan cansada como estaba solo quería dormir.

Por la mañana, me levanté tranquilamente, a eso de las 9, y he de reconocer que al mirar por la ventana antes de salir, si sentí un poquito de miedo. Estaba todo lleno de niños y niñas, y no sabía dónde ni con quien tenía que ir. Así que salí y me dirigí a las oficinas (o eso me había dicho el Padre Mario que era el día anterior).

De camino me encontré a dos niños (John y Samuel) que muy inocentemente me preguntaron si todas las españolas eran tan lindas como yo.  ¡Oh!.. De la vergüenza que les dio, tardaron en hablarme varios días después.

Humor salesiano. Llegó la hora de la comida y... ¡Ahí sí que no sabía ni dónde estaba  entre panas, ticos, chapines, guanacos, nicas!... No sabía en qué idioma se hablaba en aquella mesa. ¡No entendía nada!  Pensé, ¡menos mal que se supone que hablan mi idioma! Jeje…

Llegó el momento ese que llamaban buenas noches y que yo no sabía muy bien que era. Cuando oí que el Padre me llamaba para que dijera algo... todos sabéis que lo de hablar en público, allá no lo llevaba nada bien, ¡pero nada nada bien! Así que ni recuerdo que dije, pero segura que me puse roja como un tomate.

Os aseguro, que he crecido, y que cada uno ha aportado una cosa a lo que es mi persona hoy en día. Desde siempre he tenido claro cuál era mi vocación, qué manera de vivir quiero llevar, y en qué quiero emplear mi tiempo: en los demás y para los demás… Pero allí (CN) descubrí muchas cosas de mí, y aprendí muchas cosas de vosotros que sé que me acompañarán para el resto de mi vida.

Mis hijos: 236 había en aquel momento.  Ellos me enseñaron a ser madre, sé que lo único que me falta es el dolor del parto, pero sufría con cada fracaso y sonreía con cada alegría, les veía la cara y sabía como iba a ser su día.

Con algunos se hablaba más, con otros menos, porque eran de difícil acceso emocional, pero os aseguro  que les recuerdo a todos y que cada uno me hizo aprender una cosa. Aprendí, lo que es amar, todo a cambio de nada, verles me hacía feliz, quería luchar por que crecieran. De verdad que sufría y me molestaba cuando algo iba mal en alguna de sus vidas, pero también sonreía sin parar por sus metas, sus alegrías, sus cosas...

Esto debe ser amor de madre, porque para mí eran los más guapos,  los más listos, los más buenos, los mas todo!!!! Jeje... Mi conjunto, mi banda, mis clubes, mis cabañas, mis chicos del taller, mis novenos, mis yoyos, mis todos.

Loreto y su mejor amiga Valle. No sabía que podría llegar a querer tanto a nadie, a quitarme el sueño un problema de alguno de ellos con estudios, chicas, familia, a sonreír constantemente cuando estaban a mi lado, a sentirme tan especial...

En fin, que muchas veces las palabras no hacen reflejo de lo que el corazón siente, pero que cada momento, cada gesto, cada rostro, cada persona que ha pasado por allí en mis catorce meses de estancia (incluso en mi mes de vuelta por vacaciones en el 2008) ha cambiado una parte de mí, y vivirá muy dentro para siempre.

Hoy, cuatro años después, sigo recordando cada segundo como si hubiera pasado ayer... y nada me gustaría más que volveros a encontrar algún día, aunque os veo a diario en mis sueños, tanto dormida, como despierta.... ¡Los amo!

¡Muchas, muchas, muchas, muchas gracias, por hacer de mí lo que soy!  Lorelai.

 

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