Caleidoscopio Aún ninguna tecnología iguala el calor humano, el aroma del cabello, la calidez de una sonrisa o el afecto en un apretón de manos. Me remonto a mi época de educación escolar y colegial y mi mente vaga desorientada entre aquellas vivencias.

Basta con echar la memoria hacia los recuerdos para observar aquellos pasillos llenos de risas, conversaciones, juegos, chistes. Hoy son una llama extinta de una vivencia en vías de desaparecer.

Era una sociedad que se comunicaba presencialmente. El fenómeno de redes sociales era un término que lo empezaríamos a conocer poco a poco. No había prisa ni afán. Sin embargo, lo novedoso crea curiosidad e involucró a todos por igual.

En la actualidad la fascinación por lo tecnológico hace del mundo uno más ágil, pero a la vez produce un deterioro de la comunicación entre el mar de posibilidades de nuestra era.

Somos parte de una generación mutante. Cambia al son de las comodidades para agilizar el entorno de nuestro desarrollo cotidiano.

De repente, la ironía de todo este acervo comunicacional al instante crea confusión entre la variedad de mensajes signos y temas inagotables de conocimiento. A los cuales tenemos acceso sin tener que acudir a una enciclopedia o bibliotecas públicas.

De tal manera, que a raíz de lo anterior formamos parte de un protagonismo dentro de una espiral sin salida. Una que avanza con la modernidad, pero que a la vez retrocede en el tiempo.

Sí, en efecto, es contradictorio, pero certero. En un análisis congruente hay que echar mano al pasado y relacionarlo con el presente.

Singularmente las personas comenzaron a comunicarse mediante señas y símbolos. Avanzaron y el arte rupestre sirvió para ir formando conceptos mediante dibujos. Posteriormente la escritura funcionó para expandir los diferentes idiomas.

Mientras que para la época de 1970 la revolución cultural comenzó a acortar las distancias del mundo y para nuestra era tecnológica ya sabemos lo que ocurrió.

Hoy la falta de conocimiento de las personas dentro de cualquier red social mal utilizada genera una sociedad silenciosa. Capaz de comunicarse solo por textos, sin hacer acto de presencia. Escondidos tras palabras e intimidados por la falta de bagaje cultural.

Lo que parece ser es que tantos siglos de avance en letras, símbolos y mensajes comunicacionales están a punto de devolverse hacia el pasado. Pues, nada más habría que revisar frases que se han vuelto cotidianas como: hoy quiero vert, tqm, cuidat, tvre en la noche…

Tal aspecto conduce al retroceso en el tiempo en el nivel comunicacional de la sociedad. Es paradójico que habiendo tantos recursos útiles en internet más de un 40% de la población mundial que navega en la red, no sabe sacarle provecho a lo bueno que hay ahí dentro. Dejándose seducir por aspectos vanos.

Estamos echando por la borda los años de experimentos de científicos, sociólogos, psicólogos, antropólogos… que han dedicado tiempo para entender los aspectos de la comunicación y su proceso de cambio a través de los siglos.

Saber que la comunicación en pocos años va a mutar hacia una dependencia al cien por ciento por parte del ser humano sobre la tecnología, es la semejanza de un apocalipsis comunicacional avisado desde hace un tiempo atrás. Sin embargo, el desinterés por aprender a llevar un mundo paralelo y equilibrado entre la comunicación y lo tecnológico es una utopía.

La mala utilización del español en las redes sociales, no solo hace que quien escriba mal evidencie su falta de conocimiento. Sino pone en riesgo al castellano.

Tal hecho desencadena una destrucción del español. Aquella característica de que el idioma es inmutable, pero a la vez mutable refleja hoy que los “HOYGAN” (personas que transforman el lenguaje en las redes sociales) están acabando a su paso con el rico léxico de nuestra lengua.

Es por ello que la generación del pulgar y el índice deben reconsiderar la idea de acortar las palabras por ahorrar tiempo y espacio.

El premio por nuestro desinterés será sumergirnos en un mundo virtualmente globalizado. La pérdida de nuestra privacidad, y en especial de nuestra lengua se transformarán en el obsequio por mal utilizar la información que ofrecen los medios.

Los medios de comunicación han abarrotado los sitios web. Apelan a los gustos más diversos. Hay de todo y para todos. Ello crea una locura de absorción difícil de digerir.

Pero es la suma de lo que la sociedad le pide a los mass media que haga. Es la teoría de la dependencia certera al apuntar que los seres humanos crean un grado intenso al esperar saciedad de parte de los medios comunicativos.

Harold Laswell, uno de los padres de la comunicación tenía y sigue teniendo razón al sostener que las personas son como “borregos tontos” al aceptar sin ningún análisis lo que el emisor les ponga por delante.

De repente la ciudad es la ventana más óptima para comprobar los efectos visibles.

Sin embargo, para notarlos hay que apelar a la comunicación no verbal. Es frecuente la típica escena de una persona inmersa en sí misma ya sea por un reproductor de música o un celular. Reflejan el desinterés por socializar con el entorno de su rededor.

Para comunicarnos consigo mismos hay diversidad de recursos, los cuales a su vez ocasionan un aislamiento. El precio de ello es conocer cada vez menos a las personas. Sus intereses, gustos, afinidades. Aunque las redes sociales tienen la capacidad de clasificar a los grupos de acuerdo con características en común, hasta el momento no logran el don de un contacto real.

Por más que se diga, que la simultaneidad en el tiempo real, los buenos ajustes de sonido y el excelente efecto visual en el acortamiento de distancias, nunca será igual a la cercanía que la realidad ofrece. Ello dista mucho de lo virtual.

No logro imaginar un mundo sin tecnología, mas sí imagino una sociedad más pensante, capaz de valorar el verdadero significado de la comunicación.

El cual es interpretar, entretenerse, informar y mantenerse insertos dentro de una aldea global que evoluciona.

Es en este aspecto es donde cabe abrir la pregunta de ¿si el mundo está lleno de facilidades que inutilizan al ser humano? O por lo contrario ¿es la humanidad quien interpreta a su antojo las facilidades?

Hay quienes argumentan toda una fascinación de rica cultura dentro del ciberespacio, a pesar de que ya se mencionó que el 40% de la población mundial cuando usa el recurso de internet lo hace para aspectos de poca importancia. El vagar por horas chateando y sumergirse en la red sin saber a dónde ir son sólo ejemplos de contextualización visibles en nuestra cotidianeidad.

Hoy se habla de una cultura global enfrascada en el mundo de internet. Por cultura según en la Real Academia Española se entiende “conjunto de conocimientos de una persona” o bien “modos de vida de una sociedad en determinada época”

Lo malo de todo es que cuando ese mar cultural no tiene un capitán que guíe a buen puerto (el puerto del conocimiento) la cultura se convierte en una redundancia de ideas sin acomodo alguno.

Pues tanta información colgada en la red lejos de producir cultura, termina ocasionando un caos mental sin saber el norte correcto.

Es decisión de cada quien seguir cabalgando a su modo, con elegancia o simpleza. Aunque la mejor opción es hacer un balance de inteligencia y sabiduría pura, para sobrellevar la vida de nuestra nueva era.

Tampoco es cerrarse a la idea del tiempo de carretas en caminos de lastre (calles de piedra suelta). Es tan sólo no apartarse del mundo real. Es saber manejar la comunicación dentro y fuera del espacio tecnológico.

De otra forma estaremos allanando el camino a una cultura, que es llena de ambigüedades y sin arraigo social.

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