no creía... La vida ¿Qué es? A veces puede ser tan complicada de definir y a veces tan simple como decir que esta se divide en 4 acciones diferentes, nacer, crecer, a veces reproducirse y morir.

 

Ahora definamos Dios. ¿Podrían? Hubo alguien que se atrevió a preguntárselo y el, fue tan claro como confuso en su respuesta. "Yo soy el que soy" Una respuesta igual de complicada que tratar de definir la vida, pero al mismo tiempo tan simple como la vida misma.

Al mismo tiempo nos encontramos con que podemos definir a Dios en una sola palabra "Amor". Y ahora, porque no tratamos de definir amor. Aquel sentimiento tan fuerte que todo lo consume, el que todo cree, todo espera, todo soporta, todo perdona. Vaya que se escucha fácil, dar la otra mejía si nos golpean una, amar a nuestros enemigos, amar a los otros como a uno mismo, dar lo que no se tiene para los que tampoco tienen, una mujer muy sabia dijo un día "Hay que amar hasta que duela" .¿Cómo pueden estar estos sentimientos juntos en una oración? Difícil de entender ¿cierto? Y pues no, no es el amor el que duele...ya que amar a otros es una muestra de amor propio, al hacer todo por amor, nos sacrificamos, el sacrificio duele, sino, no lo fuera.

Entonces es ahí cuando descubrimos la mayor expresión de amor que el mundo jamás haya visto. Alguien llamado Jesús al que una vez algunos llamaron "El hijo del carpintero”. Pero, ¿Quién es Jesús? Ese que llaman el Mesías, el Salvador, "El Hijo del Hombre", "El verbo hecho carne", "El hijo de Dios", un ser tan divino como humano, tan frágil como fuerte, tan vulnerable a todo como tú, como yo. Porque ese ser omnipotente, omnipresente el dueño del tiempo y como tal el dueño de tu pasado, tu presente y tu futuro, ¿Por qué el enviaría a su hijo primogénito a morir por nosotros?

Bueno, es aquí donde comienza el problema de tantos. Y como todos los problemas que la vida nos presenta es una cuestión de decisiones, en este caso las opciones son: Creer o no Creer. El camino fácil y el que alguna vez yo escogí fue el de no creer, para que gastar mi tiempo intentando comprender algo de lo que no encuentro pruebas, de lo que no existe lógica.

Hay que darse cuenta que dije que este era el camino fácil, bueno al menos eso pensaba. Porque al tomar la decisión de no creer, quise saber porque no debía creer, y comencé a buscar razones para no hacerlo, y encontré muchas, pero mientras más buscaba, me encontraba con más preguntas, y mientras más preguntas me hacía, mas quería saber y conocer, y de tanto que quise no creer ..Más conocía de Él, más aprendía de Él, más me enteraba de su grandeza y su poder de esas tantas cosas sin explicación que nos encontramos día a día, y de esas tantas preguntas que no nos hacemos ¿Por qué respiramos? ¿Por qué amamos? ¿Por qué vivimos?

Y así continué con la incesante búsqueda del conocimiento aquél que es tan basto como el universo mismo, y solo se acaba cuando dejamos de buscarlo o cuando morimos. O bueno, ¿quién podría decirme si no continuamos aprendiendo después de morir en esta tierra?

Pero déjenme contarles algo, mientras más conocía de Él, mas entendía cuán grande Él era, y cuán difícil era creer en Él. Fue ahí que descubrí que en realidad yo lo necesitaba, más que a nada y más que a todo.

Había aprendido tantas cosas, pero no sabía qué hacer con ellas, conocía su poder pero, ¿cómo podía un simple “humano” como yo hacer cosas como esas? En ese momento recordé a aquel “Hijo de carpintero” del que había escuchado antes, un niño al que habían llamado con el nombre de Jesús su nombre propio o Emmanuel el nombre dado en la profecía que significa “Dios con nosotros”.

¡Un momento! ¿Dios con Nosotros? Cuando conocí ese significado, entonces comencé a buscar la vida y las cosas que este “Hijo de carpintero” hacía, siendo tan humano como tú o como yo. Aquel que había nacido del vientre de una madre, no del aire, la tierra, del fuego, sino de una mujer tal cual como yo nací.

Dios no envió a su hijo aquí a morir, solo porque sí. Jesús se encarnó entre nosotros con un propósito aparte de morir por nosotros, y era demostrarnos cuan grandes podíamos ser, cuantas grandes cosas podríamos lograr si nos lo propusiéramos, lo capaz que podía ser el “Ser humano” de hacer grandezas, siendo el tan igual a nosotros cuanto podríamos cambiar el mundo si siguiéramos la única ley que el vino a dar : “Amar a Dios sobre todas las personas, y al prójimo como a ti mismo”.

No lamento el tiempo que perdí intentando buscar razones para creer o no creer, no me arrepiento de mis dudas, pues Dios mismo me regaló la inteligencia, y también me regaló sabiduría y gracias a estos regalos que él me entregó ahora estoy aquí, escribiéndoles a todos ustedes.

No creer es para cobardes, no creer es para gente que no conoce y no quiere conocer cuán grande puede llegar a ser el humano si su guía es el amor. Ese amor, que puede todo. Todos estamos llenos de él, pero la gran mayoría tenemos miedo de descubrir lo que llevamos dentro o porque la mayoría no sabe que es capaz de amar. Porque amar, nos hace vulnerables, Porque el amor puede doler, pero el amor es el único que puede hacer maravillas en nosotros. Porque el amor es lo único que puede darte la felicidad plena en esta tierra, ahora lo comprendo, ahora lo pude descubrir.

Ahora créanme que puedo decir:

Gracias a Dios dudé de él.

Gracias a Dios, porque no creía en él.

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