Mi experiencia en la JMJ 2013. Alma,  5 de izq. a Der. Vivir una JMJ en estos momentos de mi vida fue sin duda una maravillosa experiencia, un hermoso regalo de Dios.

Un largo proceso de preparación con formaciones y actividades económicas dieron inicio al sueño llamado RIO, acompañados del deseo de tener un encuentro de iglesia universal.

Por un momento ví imposible el viaje, pero María Auxiliadora me dio la bendición de confirmarlo el 24 de mayo; con ello reafirmé las palabras de Don Bosco: "Confíen en María Auxiliadora y verán lo que son los milagros".

Aún no podía creerlo, ¡vería al papa!. La emoción se apoderó de mí y las expectativas de su mensaje empezaron a llegar a mi mente y corazón.

Llegué a Brasil totalmente feliz, con inquietudes, con ganas de aprender y vivir al máximo cada minuto.

Iniciamos la pre jornada, una hermosa semana misionera en Sao Paulo y su linda ciudad de Lorena. Rodeada de jóvenes, niños, sacerdotes y religiosos que viven la salesianidad en lo cotidiano; conocer sus oratorios; ser parte del grupo de trabajo y tener contacto cercano con esas personas fue algo que reafirmó mi ser salesiana.

Posteriormente nos trasladamos a Niteroi, en Rio de Janeiro. Llegó la semana de la jornada. Qué emoción, podremos ver al Papa y escuchar su mensaje.

El idioma no fue un limitante, logramos entendernos y comunicarnos a la perfección; así fueron pasando los días entre risas, cantos, música, bailes y rostros de miles de jóvenes que compartían conmigo el deseo de tener un lindo encuentro con Cristo. No hacían falta las porras:

-¡Esta es la Juventud del Papa!, ¡esta es la juventud del Papa!

-¡Papa Francisco juntos en Cristo!

Y el canto de miles de jóvenes que coreaban su fe a una sola voz, exclamando:

- Eu, eu soy católico...con muito orgullo , con muito amor.

¿Problemas y limitantes? Era más fuerte el deseo de vivir nuestra JMJ, y la oración personal fue clave esencial para superar las dificultades.

Dios se manifestó de diversas maneras. Nos dimos cuenta de que no estábamos solos ya que él nos regaló angelitos que nos ayudaron a ubicar direcciones, lugares, etc. Con su sonrisa y gestos de hermandad estaban siempre dispuestas a ayudar e incluso a acompañarnos.

No importaba la lluvia, que se hizo presente casi toda la semana; el frío, las enormes filas, las largas caminatas. T era poco para la grandeza de la experiencia.

Y se llego el día de dar la bienvenida en la majestuosa playa de Copacabana a nuestro querido Papa Francisco. Llegamos temprano, buscamos un buen lugar y de pronto por los parlantes anunciaban: El papa Francisco ya está entre nosotros

Los gritos no se hicieron esperar, las cámaras buscaban el mejor ángulo para una buena foto, nosotros las mejores ubicaciones para verlo de cerca, miles de banderas ondeaban para manifestar la presencia de diversos países. Poco a poco se acercaba y en cuestión de minutos estaba ahí, frente a mí, a menos de cuatro metros de distancia; lo vi, nos vio y dio su bendición. Mis ojos y los de miles de jóvenes se llenaron de lágrimas de emoción.

Es hermoso recordarlo con su mirada limpia y transparente, con su sonrisa, con la alegría de estar entre los jóvenes. Sentir a un Papa cercano, humilde, sencillo, a un hombre de Dios que irradia paz y amor.

Río de Janeiro, la linda playa de Copacabana y el amado Cristo Redentor desde el Corcovado fueron los testigos silenciosos de la fe y el amor de millones de jóvenes decididos por seguir a Jesús sin miedo.

El mensaje del Papa fue claro, concreto y preciso; palabras que quedan grabadas en mi corazón:

-Jóvenes no balconeen la fe, Jesús no se quedó tras el balcón.

-El mejor medio para evangelizar a un joven es otro joven, ustedes son jóvenes evangelizando a jóvenes.

-Vayan sin miedo a servir, Jesús no los deja solos; él va con ustedes, va delante de ustedes y ahora ustedes deben ir y transmitir está experiencia a los demás.

-Queridos Jóvenes:¡¡ Jesucristo cuenta con ustedes, la Iglesia cuenta con ustedes, El Papa cuenta con ustedes!!

Doy gracias a Dios y a la Virgen por permitirme vivir está JMJ junto a millares de jóvenes de diversas naciones del mundo.

¿Qué queda ahora? Un maravilloso recuerdo, el deseo inmenso de dar lo mejor de mí en cada uno de mis ambientes, el compromiso de evangelizar y dar testimonio con mi vida, la grandeza del amor de Dios para mí y los que me rodean; ver la imagen de Cristo Redentor y su corazón me recuerda que nosotros somos sus brazos y que por lo tanto en donde Dios nos sembró es preciso florecer.

¿Que queda ahora? Las palabras del Papa en la misa de envío: Vayan sin miedo a servir.

Regresé a mi país, El Salvador, agotada físicamente, pero con ganas de transmitir todo lo bueno de la experiencia, con alegría en mi corazón, llena de paz, con la fe más firme, con la convicción de ser radical y continuar ayudando en la construcción del Reino.

Mi vida definitivamente se transformó. Algo pasó en Río que hizo cambiar cosas en mí. El Señor me eligió para estar ahí en uno de los momentos más indicados de mi vida.

Ahora sé que no estoy sola, que Jesús está siempre a mi lado y que millones de jóvenes de todo el mundo hacemos nuestra la misión: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos.

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