Pan y vino. Orvieto es una antigua ciudad italiana. Está construida en una meseta volcánica con imponentes murallas de la Edad Media. En su tierra se cultivan abundantes viñedos y olivos.

En la catedral hay grandes obras de arte. Orvieto pertenece a la región de Umbría, cuna de grandes santos como San Francisco de Asís, Santa Clara, San Benito y Santa Rita. La Ciudad se ha hecho famosa porque en su Catedral se conserva la custodia de un prodigio divino llamado el “Milagro Eucarístico de Orvieto – Bolsena”.

En el año 1264, un sacerdote llamado Pedro de Praga, tenía grandes dudas sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Ante esta crisis espiritual que atormentaba su vida, hizo una peregrinación a Roma para pedir a Dios sobre la tumba de San Pedro, la gracia de una fe inquebrantable. De regreso a su ciudad, celebró misa en la  pequeña ciudad de Bolsena al norte de Roma y cercana a Orvieto. En el momento de la consagración al pronunciar las palabras que mandó Jesús en su última cena, “Esto es mi Cuerpo”, el pan consagrado empezó a derramar abundante sangre sobre el corporal. El sacerdote se asustó y envolvió la hostia ensangrentada sobre el corporal y la dejó en el altar. Acudió de inmediato al Papa Urbano IV que se encontraba en Orvieto.

Frente a este acontecimiento el Papa quiso verificar el hecho y envió a un obispo para traer a Orvieto la hostia sagrada y el corporal con sangre. Al constatar  la verdad, se arrodilló frente al milagro producido, lo tomó en sus manos con gran respeto y lo mostró a los fieles de la ciudad. Emocionado proclamó que Dios había visitado a su pueblo con un milagro.

El 8 de diciembre de 1264 el Papa Urbano IV teniendo en cuenta lo sucedido en Bolsena y Orvieto, escribió la Bula “Transiturus” e instituyó para toda la iglesia, la Solemnidad del  “CORPUS CHRISTI”. Esta fiesta de gran arraigue en todos nuestros países se celebra con gran creatividad artística y cultural en nuestro país. El oficio divino compuesto por Santo Tomàs de Aquino para esta fiesta, ha sido admirado por católicos y no católicos.

Cristo instituyó la Eucaristía en su  última. Es un Misterio de fe que no podemos demostrar con la luz de la razón. Simplemente lo aceptamos por fe. Es una realidad que sobrepasa nuestra comprensión, somos limitados. Todo razonamiento que tienda a explicar  la realidad de la eucaristía es insuficiente. El apóstol Simón Pedro confesó: “Nosotros hemos creído y conocido que tu eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Con esa fe y esos sentimientos del Sucesor de Pedro, el cristiano se acerca al misterio eucarístico con la convicción de que en la Eucaristía está el Hijo de Dios misteriosamente oculto en las especies de pan y de vino.

 

Nos dice San Juan Pablo II: “La Eucaristía es un prodigio que sólo los ojos de la fe pueden percibir. Los elementos naturales no pierden sus características externas, ya que las especies siguen siendo las del pan y del vino; pero su sustancia, por el poder de la palabra de Cristo y la acción del Espíritu Santo, se convierte en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Por eso, sobre el altar está presente «verdadera, real, sustancialmente» Cristo muerto y resucitado en toda su humanidad y divinidad”.

 

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