Oratorio festivo. El domingo pasado celebramos en el Oratorio Domingo Savio el bautismo de cinco nuevos miembros de la iglesia: un niño, dos adolescentes y dos adultos.

 

Como el público oratoriano está poco habituado a las ceremonias católicas, sobre todo del bautismo, organicé la celebración adaptándome a mis “feligreses”. Mi ventaja es que entre ellos no hay nadie que ponga el grito en el cielo ante mis “infidelidades litúrgicas”.

 

Al llegar al momento del clásico interrogatorio del rito “Qué pides a la iglesia de Dios”, se me ocurrió algo más comprensible para mis fieles poco iniciados en la liturgia. Empecé por el niño, a quien pregunté solemnemente: - ¿Quieres decirle a la gente aquí reunida por qué quieres ser bautizado? –No, respondió rotundo. Hubo un murmullo de risas ahogadas. Por supuesto que no se trataba de una negación blasfema, sino la reacción tímida de quien no está habituado a estar frente a un numeroso auditorio.

 

Nuestro oratorio es pequeño. De hecho, son dos oratorios: uno, el sábado por la tarde; el otro, el domingo por la mañana. Pequeño, pero con rasgos simpáticos. Los papás de los oratorianos se han ido integrando a la actividad pastoral. Ahora asisten a misa, se confiesan, se preparan a los sacramentos, en el caso de que no los hayan recibido. Pronto celebraremos matrimonios religiosos y confirmaciones para adultos y para jóvenes.

 

Cuando los oratorianos se reúnen por grupos para la breve sesión de catequesis semanal, los papás también forman un grupo propio. Ya son parte vida de nuestro Oratorio.

 

Hace unos meses, los animadores del oratorio motivaron a tres jóvenes a tomar parte en un retiro del grupo parroquial ESCOGE. La experiencia fue positiva. Ellos han seguido participando en ese grupo de pastoral juvenil salesiana y están asumiendo roles de animación en el Oratorio. En un par de días otros siete jóvenes comenzarán el mismo proceso de maduración en la fe.

 

Por supuesto que el imán poderoso que atrae a niños y jóvenes al Oratorio es el futbol. Futbol infantil, para preadolescentes y para jóvenes. Pero se han ido abriendo otras ofertas: ping pong, pintura para adultos y para niños, sesiones de guitarra, computación, juegos de mesa para peques, juegos recreativos en el trozo de calle que robamos cada domingo a la circulación de vehículos.

 

Como nuestro Oratorio es pequeño (una asistencia media de 300 oratorianos), el espíritu de familia impregna la relación entre animadores y oratorianos. Alrededor de cincuenta animadores dan vida a ese pequeño universo de hijos de Don Bosco. Algunos llevan más de veinte años dedicados a esa tarea, otros se están estrenando. Algunos son adultos hechos y derechos, otros apenas superan los 18 años.

 

Con los animadores alguna que otra vez nos escapamos a una aventura salvaje: escalar un volcán, internarnos en alguna montaña, perdernos por ahí. Estas experiencias fortalecen nuestros lazos de comunidad salesiana y dejan recuerdos imborrables.

 

No por nada el Oratorio era la niña de los ojos de Don Bosco.

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