Imagen disponible en línea. Hace un mes, mi hija de 8 años se quejó de una molestia en uno de sus dientes, al decirme que le dolía, pensé que tenía una caries y que debíamos reforzar los hábitos de higiene, siendo más estrictos con el cepillado dental.

Pero al revisarle, cuál fue la sorpresa, una protuberancia blanquecina coronaba el colmillo. Ambas asustadas porque no sabíamos que era. Sin embargo,  el extraño “bultito” creció rápidamente causándole molestias y la inmediata visita al odontólogo.

El flemón dental, mejor conocido como absceso dental  es una acumulación de pus provocada por una infección de tipo bacteriana. Este puede aparecer en cualquier parte de la boca. Dependiendo de su ubicación se clasifica en tres tipos más comunes: absceso gingival, que se localiza en la encía propiamente sin tocar el diente, ni el área periodontal, que es la que une el diente al hueso.

La segunda clase es el absceso que se da en el área periodontal, es decir el que se da en el tejido que sostiene el diente.  A esta se le llama periodontitis.  Este caso es severo porque si no se trata a tiempo se puede perder el diente.

Y el tercer tipo es el que se da en la parte suave del diente y se origina por una caries de mucho tiempo atrás sin tratar que ya haya afectado el nervio. Este es una de las más comunes debido al descuido de la persona al no asistir periódicamente al dentista.

También, puede aparecer un absceso por una caída o accidente y el diente se lastima y surge una quebradura o ranura pequeña. Con el contacto de la comida, las bacterias se filtran en estas perforaciones y dañan la pulpa o centro del diente.

Independiente del tipo de absceso que se padezca es indispensable visitar al especialista y completar un tratamiento específico para evitar un daño irreparable.

Qué hacer

Pese a que el síntoma más identificable es un intenso dolor y fuerte molestia al masticar, también aparece mal sabor, mal aliento, malestar general, fiebre, ganglios inflamados en el cuello y en algunos casos, cuando es grave, inflamación de la mandíbula.

Para combatirlo resulta muy eficaz, primero evitar comer del lado afectado, luego aplicar enjuagues bucales que tienen antinflamatorios y tomar analgésicos para contrarrestar el dolor y la fiebre. Los antibióticos y el drenaje dependerán de la gravedad del absceso.

Lo más aconsejable es asistir al dentista en cuanto se descubra el absceso, de lo contrario la infección puede afectar la nariz, garganta, rostro y hasta llegar al cerebro.

Para prevenir que se dé un absceso bucal, lo indicado es practicar un correcto hábito de higiene, lavándose a diario los dientes, usando correctamente el hilo dental, comiendo frutas y verduras, evitando los alimentos ricos en azúcar y visitando al dentista una vez al año para realizarse la limpieza profesional y el chequeo de cada diente.

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