Visita al santo Padre. Un salesiano en Kosovo. Aprovecho para contarles la hermosa oportunidad que tuve de saludar personalmente al Santo Padre.


Desde hace un par de años estàbamos solicitando al Vaticano la oportunidad de servir al altar en la Eucaristìa con el Papa. Se imaginaràn que con la cantidad de seminarios que hay en Roma, han de gestionar bien este permiso. A casa llegò la notificaciòn de haber sido tomados en cuenta para la misa en sufragio por los cardenales y obispos difuntos durante el año.
A participar fuimos solo algunos: los diàconos de la casa y los que nos pusimos vivos.
Llegamos al Vaticano el viernes a las 9:30 am para revestirnos en sacristìa. El protocolo nos pide usar la sotana para estas funciones, asì que por primera vez en mi vida me vestì con camisa con el "cuellito banco" y la respectiva sotana. Ya solo verse asì vestidos en el Vaticano te mueve las tripas de la emociòn.
A las 10 comenzò el pequeño ensayo. Los encargados de la liturgia tuvieron la paciencia y la delicadeza de explicarnos cada detalle y prepararnos para la celebraciòn. Terminado el ensayo nos dirigimos a la sacristìa (ni les digo la cantidad de obispos y cardenales allà dentro... si los conociera les dirìa los nombres, pero como no son jugadores de futbol y no los he visto en estampas, no sabrìa decirles quien es quien).
Revestidos y preparados, salimos de la sacristìa para recibir y saludar personalmente al Santo Padre. En mente tenìa ya el discurso preparado, y la emociòn regulada para no saltar el protocolo. Pero cuando llegò, todo se me olvidò. Fueron segundos en los que solo logrè decirle "Santo Padre..." y el resto con la sonrisa nos lo dijimos y nos entendimos. Puedo asegurarles que por 3 segundos lo tuve para mi, cruzando las miradas, agradeciendo a Dios ese encuentro. Y asì saludò al resto de mis hermanos.
Después nos preparamos a la misa, la celebramos y al terminar volvimos a casa. No les niego que hasta que llegué a casa caì en cuenta de lo sucedido. Y sus ojos y su sonrisa quedaron profundamente grabados en mi mente, como un gran regalo.

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