Salió el sol. Luego de los calambres sufridos en el corazón durante el mes de abril, encontré el remedio casero en los mensajes que llegaron como pronta respuesta, el rosario y la dosis necesaria de muchachos, comunidad, eucaristía y sus oraciones. Gracias. Es todo parte del proceso que poco a poco vamos viviendo.

Mayo llegó con un frío totalmente inesperado. Nunca imaginé seguir usando suéter y ropa térmica en este mes caluroso. Algunos días llovió fuerte, que no fue sorpresa, y otros tuvieron momentos de sol o bochorno. Ahora, mientras escribo esto, estamos finalmente a 26°. Ya me siento más en ambiente y el calor parece haber llegado para quedarse.
Una de las primeras conclusiones que elaboré con lo vivido en abril fue la necesidad de enraizar y encausar todo en Cristo. El problema es que es muy fácil perder la atención en otro tipo de motivaciones, como la ‘realización personal’, el protagonismo o las necesidades personales de afecto, estima o reconocimiento. Todas tan reales como sensibles, pero secundarias. Lo primero debe ser siempre “buscar el Reino de Dios” y todo vendrá por añadidura.
Hay tres cosas que en este mes quiero contarles: la visita inspectorial, la fiesta de María Auxiliadora y algunas ‘luces’ que descubro en el patio.
El inspector llegó a nuestra casa junto con el ecónomo inspectorial. Ambos permanecieron tres días entre nosotros, compartiendo nuestro día a día, algunas reflexiones y algunas dificultades. Nuestra comunidad hasta este año cuenta con tres salesianos y poco a poco comienza a formarse. Podrán imaginarse cuántas dificultades se encuentran al comenzar, por la falta de recursos económicos, humanos y sociales. Y gracias a Dios los superiores están al tanto de ello.
Nuestra presencia está en un lugar realmente privilegiado. En medio de una población tan ajena a nuestra tradición, es evidente que Dios nos ha enviado a dar la vida por la educación y el rescate de tantos muchachos campesinos que corren el riesgo de enlistarse en fuerzas yihadistas y extremistas. La pobreza y la ignorancia son ambas una vía para vender corrupción y engaño. Y no podemos desentendernos de tantos jóvenes con tan puro corazón. Lo que los periódicos titularon “tierra fértil para el ISIS” nosotros lo proclamamos “tierra fértil para la salesianidad”.
Conscientes de esta realidad, el inspector manifestó lo que el último capítulo inspectorial dijo a esta comunidad: “manos a la obra”. Y se siente la ilusión, la esperanza y el amor al saberse respaldados y acuerpados por la comunidad inspectorial. Ahora solo faltará ver los frutos y la concretización de los proyectos. Que sea Dios quien vaya guiando nuestro caminar.
La visita también coincidió con la novena y la fiesta de María Auxiliadora. Obviamente no pudimos vivir las florecillas a la virgen o el rosario con los muchachos, o demás muestras de fe y devoción. Y más aún, ¿cómo contar a estos muchachos el hecho histórico por el que veneramos a la Virgen con este título? Curiosidades que nos mueven a inventar, conciliar y proponer.
Al ser la madre y la fiesta salesiana más grande, no podíamos quedarnos de brazos cruzados. A los alumnos les presentamos el sueño de los 9 años de Don Bosco y les explicamos que a María la veneramos como Inmaculada y Auxiliadora. Tal vez no habrán entendido del todo la teoría, pero sí la práctica cuando vieron que al receso había helados gratis. Entonces supieron que era fiesta y comenzaron a preguntar.
Sin embargo, con el grupo de nuestros 15 alumnos católicos preparamos la fiesta, las flores y un altar. Para ellos este título y esta fiesta también son una novedad. Que regalo tan grande nos da Dios de poder enamorar a estos cipotes de la Madre, con el amor de Don Bosco. Claro, paso a paso, con hechos, gestos y discursos concretos. Es de verdad una hermosa puerta la novedad de poder iniciar todas nuestras tradiciones en estos jóvenes tan receptivos.
El regalo que nos trajo la madre en la novena es el “visto bueno” del trabajo. Es inevitable relacionar la visita de dos grupos de 50 muchachos cada uno los dos días siguientes, con el fruto de la oración y del encuentro con el provincial. Son la forma en que Dios nos guiña el ojo y nos dice “denles ustedes de comer”. Nosotros tenemos solo cinco panes y dos peces, que son poca cosa a nuestros ojos, pero suficiente para el proyecto de Dios.
Tantas experiencias en tan poco tiempo podrían abrumarme. Pero todas las tardes, cuando los muchachos terminan las clases, el estudio y sus relajos y la gran mayoría va a casa, cuando lo normal sería también nosotros ir a descansar y hacer nuestras oraciones, justo en ese instante, llega el mismo grupo de muchachos simpáticos a jugar con lo que se encuentre enfrente. Son 6 u 8 aproximadamente y a veces más, que llegan dispuestos a pasar el fin de la tarde en nuestro patio.
Es entonces cuando dejamos la mochila en la oficina, nos ponemos los tennis y nos vamos a jugar con ellos. A veces soy Stephen Curry, otras soy Buffon. Por ratos juego a Ronaldinho o el mejor Pierluigi Collina de la historia. No sé cómo, pero jugamos y nos entendemos. Ellos hablan inglés, yo hablo albanés. Ni unos ni otros lo hablamos bien, pero nos entendemos. Es allí donde todo tiene sentido y pienso: es por ellos y para ellos.
Las luces que da el patio son las luces que explican todas las incertidumbres y dan respuesta a mis interrogantes. La necesidad de hablar el albanés, la disponibilidad ‘fuera de horario’ y el estar allí. Un día me preguntaron por qué había aceptado venir desde Guatemala hasta acá. Ese día entendí que era para esperarlos todos los días a las cinco y jugar juntos. Y a los alumnos a las ocho. Y a los animadores el sábado. Y a todos cuando lleguen.

Compartir