María Auxiliadora de los Critianos. Casa de la Virgen. Costa Rica. 1.- Los cristianos amamos, honramos y le rezamos a María. ¿Por qué? Porque es la madre de Dios. ¡Nada menos! Por eso nos servimos también de la intercesión de María ante su Hijo Jesús.

2.- Los cristianos amamos a María. Pero no tanto como la amó Jesús. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad amó a María con un corazón de hombre, cuando nació de María como hombre igual a nosotros en todo menos en el pecado. Jesús, Dios y hombre verdadero, amó a María como nadie. Es difícil que nosotros exageremos nuestro amor a María. Siempre nos ganará Jesús.

3.- Los cristianos honramos a María. No tanto como la honró y veneró Jesús. Jesús ha cumplido como nadie el cuarto mandamiento: 'honrar padre y madre'. Es difícil que nosotros exageremos en nuestra forma de honrar a María. Siempre nos ganará Jesús.

4.- Los cristianos le rezamos a María, es decir, nos servimos de la intercesión de María ante su hijo Jesús, Dios y hombre. La Biblia nos muestra a María intercediendo por los novios de las bodas de Caná. La transformación del agua en vino fue el primer milagro, a partir del cual, según el evangelio de San Juan, los discípulos comenzaron a creer en Jesús. Todo por la intercesión de María delante de Jesús. ¿Cómo no vamos nosotros a servirnos de la intercesión de María delante de Jesús?

5.- Con el rezo del Rosario meditamos toda la vida de Jesús, su pasión y su resurrección. El Rosario es el Nuevo Testamento en resumen. Las mismas ‘avemarías’ que repetimos, están formadas con palabras bíblicas: del arcángel Gabriel en el momento de la Anunciación (Lc 1,28: Ave María, llega de gracia), o de la prima Isabel cuando es visitada por María (Lc 1,42: bendita tú entre las mujeres y vendito el fruto de tu vientre). Las únicas palabras que añade la Iglesia en el Avemaría son: 'ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte'.

6.- Cuando honramos a María simplemente estamos cumpliendo la profecía bíblica: 'Bienaventurada me llamarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho grandes cosas' por mí’ (Lc 1,49).

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