Imagen de grupoeducativa.blogspots Detrás de los nuevos programas escolares de educación sexual, se esconde un problema que es más grave de lo que parece a primera vista: se están enfrentando dos visiones opuestas del ser humano y de la sociedad. Son parte de una campaña mundial que puede llegar a conmover los cimientos de la  civilización occidental.

            Desde que Moisés escribió los 10 mandamientos de la ley de Dios, hace aproximadamente 3000 años, hasta hoy, dichos mandamientos han sido la base de la civilización judeo-cristiana: Amar al único Dios sobre todas las cosas, honrar a padre y madre, no cometer adulterio, no robar, no matar y no mentir. Jesús vino no para abolir esta ley, sino para llevarla a plenitud. La célula fundamental de la sociedad es la familia, basada en el matrimonio monógamo, heterosexual e indisoluble, donde nacen y son educados los hijos. La familia fundada en el matrimonio ofrece al niño, nuevo ciudadano, el ambiente óptimo para desarrollar al máximo todas sus potencialidades. Desobedecer la ley de Dios es un pecado que nos deja a merced de nuestras propias ocurrencias, lo cual tiene dolorosas consecuencias no sólo para los culpables, sino a veces también para los inocentes.

            Pero desde que aparece la revolución sexual en los años '60 del siglo XX, surge una sociedad opuesta: la sexualidad se separa del amor, del matrimonio y de la procreación, para convertirse en un fin en sí misma; un ídolo al que se sacrifica todo, empezando por la familia. Se borra la prohibición de la fornicación y del adulterio. Aparecen los anticonceptivos y el aborto. Cada quien escoge su preferencia sexual. El único matrimonio que se defiende es el homosexual. Las parejas homosexuales pueden adoptar niños. La vida humana se fabrica ahora en el laboratorio,...

            En esta órbita se mueven las nuevas guías de educación sexual (no mencionan la palabra matrimonio), que tienen poco de originales pues están auspiciadas por el Fondo de Población de las Naciones Unidas y vienen a decir en resumen: “Puede tener sexo con tal de que el acuerdo sea mutuo y de que use preservativo”. Los defensores de las nuevas guías se lamentan de que el uso de la sexualidad debiera quedar reducido solo al matrimonio.

            La revolución sexual ha penetrado tanto ya que nadie tendrá que esforzarse demasiado en convencer al país de que la Biblia que enseña 'no cometer adulterio', es un libro obsoleto; y de que el mismo Jesús, que prohíbe el divorcio, no pasa de ser un buen hombre idealista.

            Cuando esto suceda, Dios seguirá siendo Dios, pero ¿qué será de nosotros y nuestra sociedad? Hemos dejado de obedecer a Dios, ¿por qué obedecer a nuestros  padres? Pero, ¿a qué padres vamos a obedecer, si ya no hay familia? ¿A qué padres, si nacimos fuera del matrimonio? ¿A qué padres, si dice mamá que ahora tengo un nuevo papá, porque ella tiene otro novio? ¿A qué padres obedecer, si mi mamá tiene un nuevo esposo y mi papá una nueva esposa; si he sido dado en adopción a dos papás y ninguna mamá o a dos mamás y ningún papá?

            ¿Y qué pasa con los demás mandamientos? ¿No robar? ¿No matar? ¿No mentir? Ja, ja, ja. No, es la desobediencia lo que impera en todas partes. ¿Por qué nos extraña la ingobernabilidad?

            El problema es más grave de lo que parece a primera vista.

            A familias sanas corresponden sociedades sanas, y viceversa. ¿O pensamos que el comportamiento sexual individual no tiene repercusiones sociales?

            Como resultado de borrar la prohibición de la fornicación y el adulterio se está destruyendo la familia y nos encontramos con menos matrimonios, con uniones libres completamente inestables, tantas adolescentes embarazadas, madres solteras abandonadas, niños abandonados sedientos de cariño; enfermedades venéreas, divorcios, hijos del divorcio (como pelotas de ping-pong), rebeldía juvenil, conductas indisciplinadas sin respeto de límites, delincuencia, alcoholismo y drogadicción juveniles (tratando inútilmente de sustituir el vacío que deja el papá que no está), pandillas, ancianos abandonados, eutanasia, etc., etc. ¿A quién parece importarle? ¿A dónde vamos a parar?

            El problema es más grave de lo que parece a primera vista.

 

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