Evidente que si la familia se desintegra la sociedad también... San Juan narra en el capítulo 9 de su Evangelio la curación de un ciego de nacimiento. Y uno piensa: ¡Qué alegría! ¡Dios está obrando en medio de nosotros!

Pero, extrañamente, los judíos de entonces no quisieron admitir el milagro de Jesús. Y usaron dos argumentos para negarlo:

1- ¿Estamos seguros de que el 'curado' había sido ciego realmente? Después de cinco interrogatorios sucesivos tanto al implicado como a sus padres, el hecho resultó irrefutable.

2- Jesús no creían posible que obrara milagros. Dijeron: "Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado" (Jn 9,16). Pero lo cierto es que: "Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder" (Jn 9,32-33)

Era, pues, evidente que Jesús había obrado un milagro portentoso.

Los judíos de entonces no querían admitir el milagro de Jesús, porque aceptar esa evidencia les hubiera obligado a creer en Jesús. Y eso es precisamente lo que no querían.

Por extraño que parezca, negar lo evidente es un rasgo también de muchos de nuestros contemporáneos. Muchas personas hoy, como ayer los judíos, buscan posibles contradicciones en la Biblia y en la enseñanza de Jesús, o en la vida de su Iglesia, con tal de tener una excusa para no creer y no cambiar. Pero las enseñanzas de Jesús son suficientemente claras.

Ya San Pablo escribió: "Pues habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias, todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas" (Rm 1,21).

Veamos algunos ejemplos contemporáneos de negación de la evidencia:

- La evidencia de que no me he dado la vida a mí mismo sino que la he recibido. Admitir esta evidencia me obligaría a vivir la vida en actitud de gratitud con Dios. Y eso es lo que no quiero.

- Es evidente la importancia de ambos roles (padre y madre) en la educación de los hijos; también es evidente que el peor maltrato que sufren los niños es dejarlos 'huérfanos' (abandonados), estando todavía vivos sus padres. Es evidente, por último, que si los padres educaran a sus hijos como debe ser, habría menos delincuentes. Pero admitir estas tres cosas me obligaría a mí a ser un padre responsable. Y no quiero cambiar.

- Es evidente que si la familia se descompone, la sociedad se descompone. Es lo que está ocurriendo. Pero reconocerlo me obligaría a re-componer mi propia familia. Y no estoy dispuesto a hacerlo.

- Es evidente que la sexualidad está orientada a la procreación. Pero admitirlo me obligaría a abrirme a la vida. Ese es el problema.

- Es evidente que la vida humana inicia en el momento de la concepción. Pero admitirlo me obligaría a reconocer que el aborto es un crimen horrendo. Y eso es lo que no quiero reconocer.

- Es evidente que no hay éxito en la vida que compense el fracaso de la familia. Pero reconocerlo me obligaría a defender la familia. Pero eso no me interesa.

- Es evidente que todo el cuerpo de la mujer está 'diseñado' para la maternidad. Pero admitirlo me obligaría a reconocer que el embarazo es una señal de buena salud y no una enfermedad, como es visto por muchos.

Hay muchas otras evidencias que son negadas porque obligarían a cambiar de vida:

- La evidencia de que debo cuidar la naturaleza no solo como un bien para mí, sino también para las generaciones futuras.

- La evidencia de que la riqueza material no sacia ni hace feliz al ser humano.

- La evidencia de que lo que se consigue con violencia, sólo con la violencia se puede conservar.

- La evidencia de que vamos a morir y no sabemos cuándo.

- La evidencia de que gastar más de los que se produce, no funciona.

- La evidencia de que el camino hacia la prosperidad depende fundamentalmente de dos palabras: producción y ahorro.

- Etc., etc., etc.

La realidad se impone, tarde o temprano. ¿De qué sirve negar lo evidente? Sólo retrasa la solución del problema.

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