Familias monoparentales. Hoy día se reivindica el 'derecho' a fundar una 'familia monoparental'. Hay mujeres que voluntariamente siguen solteras, pero reivindican el derecho a tener un hijo mediante una relación sexual descomprometida.

Con mucha frecuencia la familia monoparental se origina cuando un cónyuge (en la mayoría de las veces una mujer) queda abandonado y se encuentra solo con el hijo nacido de una unión temporal.

Pero resulta que los hijos tienen necesidad de un padre y de una madre; es más, tienen necesidad también de un hogar estable para desarrollar su personalidad.

El niño que sufre déficit afectivo por una carencia familiar está expuesto a crisis más o menos graves de identidad y a tener dificultades en sus relaciones sociales. Está propenso a fracasos escolares y se constata que está más expuesto de adulto a la tentación del divorcio.

El porcentaje de familias monoparentales ha ido aumentando. Según la especialista alemana Christa Meves se trata de una consecuencia más, de la revolución sexual. Cada vez es más permisiva la regulación jurídica de los divorcios. Precisamente en Alemania uno de cada tres matrimonios acaba en divorcio. De ahí que en la opinión pública aparece como normal la crianza y la educación monoparental de los hijos.

No es raro que los hermanos sean fruto de sucesivas uniones con distintas parejas de la madre. Estas madres, sin embargo, trabajan para sacar adelante a los hijos, lo cual constituye una causa de pobreza y sufrimiento.

Muchos niños han sido confiados al cuidado de una abuela o una tía que, por lo general, no vive en la casa de la familia monoparental.

Un pequeño porcentaje de las familias monoparentales lo representa la figura del padre soltero o divorciado, con hijos. Aunque en realidad la mayoría de las veces estos niños son confiados a la 'compañera' del padre.

Algunos hijos de familias monoparentales, tras una aparente normalidad en la infancia, sufren mayores dificultades a partir de la adolescencia en comparación con los hijos de familias estables, cuyos padres son casados, y han criado juntos a sus hijos.

Es frecuente que quien cría en solitario pierda la capacidad de influir en sus hijos desde la adolescencia en adelante. Muchos jóvenes no quieren estudiar, rechazan todo tipo de formación y algunos caen en costumbres viciosas como el alcohol o la droga. Otros comienzan precozmente a tener relaciones sexuales incluso promiscuas. Buena parte de jóvenes delincuentes y toxicómanos proceden de familias incompletas.

Algunas familias son monoparentales como consecuencia del divorcio. Lo cual resulta una situación negativa si los hijos se encuentran en medio de continuas disputas entre sus padres. Muchas veces los hijos se ven obligados a tomar partido por uno de sus progenitores. Esto causa desorientación en sus mentes.

Al constatar todas estas consecuencias, Christa Maves concluye que se ha infravalorado y se ha descuidado enormemente (también por parte de los defensores de los derechos de la niñez y de gobiernos 'progresistas'), la importancia fundamental del apoyo que supone una familia completa y los beneficios que ofrece la crianza y la educación procuradas conjuntamente por los dos progenitores que conviven junto con sus hijos.

Piensen en esto aquellas mujeres que han elegido la vida monoparental no por necesidad sino por un falso concepto de autonomía, o por un rechazo ideológico de la estructura familiar tradicional.

Los hechos dan la razón a Juan Pablo II que escribió: "Considero la indisolobilidad matrimonial como un bien para los esposos, para los hijos, para la Iglesia y para toda la humanidad".

A los educadores nos consuela y anima, a pesar de todo, las palabras del salmo 27 versículo 10: "Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recogerá". Sabemos que el amor de Dios puede colmar con creces también las carencias afectivas familiares. Porque Dios es Amor, y es Padre y Madre de todos.

Las nuevas generaciones deben reflexionar sobre cómo se preparan para aquella familia en la que no serán hijos o hijas, sino padres o madres.

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