Pobreza. Sobre este tema se llevó a cabo un Encuentro en Rio de Janeiro del 27 al 29 de julio de 1994. El Mensaje que les dirigió Juan Pablo II sigue siendo actual. Allí, se subrayan los siguientes aspectos:

Ante una situación familiar deteriorada, estos niños, acuciados por una angustia cada vez mayor, abandonan su hogar y buscan una ilusoria y vana posibilidad de sobrevivir en 'la calle'.

El niño es el más débil y más necesitado; es el anillo más frágil de la cadena familiar, aquel que puede romperse con mayor facilidad. Por ello Jesús manifiesta su predilección por los niños. Jesús defiende la santidad de todos y cada uno y, especialmente, de aquellos más débiles. "El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba, no me recibe a mí sino al que me ha enviado" (Mc 9,37). "Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar" (Mt 9,42).

Por tanto, las relaciones de los niños en el contexto familiar, deben fundarse en el amor. Sin amor no hay una realización plenamente humana. "El ser humano no puede vivir sin amor. Sin amor el hombre no se comprende a sí mismo; su vida sin amor no tiene sentido, si no le es revelado que el amor existe, si no descubre que él mismo es amado, si no aprende él mismo a amar" (Juan Pablo II, RH 10).

Para el niño, esta revelación del amor se da con sus primeras experiencias, es decir, con los desvelos y cuidados maternos. A través de la ternura de la madre siente que es aceptado, protegido y que es el centro del corazón de alguien capaz de amar.

La persona humana despierta a su plena identidad cuando este amor de los padres suscita en el corazón de los hijos lo que hay en ellos de más digno.

El niño sabe que es débil, que necesita de protección y cuidado; sabe que necesita ser amado. El niño confía espontáneamente en quienes lo aman.

En la familia, el niño y el adolescente encuentran un tejido de relaciones amorosas con los hermanos, los abuelos, los tíos, etc.; relaciones amorosas que las Instituciones asistenciales no pueden sustituir.

Varias circunstancias confluyen hoy debilitando los lazos familiares; y sucede que los vínculos básicos con las instituciones educativas se debilitan también y aun llegan a desaparecer, encontrándose de hecho los niños en una situación de vacío educativo.

La ayuda en la reconstrucción del tejido afectivo de la persona del niño es, por tanto, prioritariamente, la ayuda en la reconstrucción de las relaciones familiares rotas. Hay que establecer el marco de condiciones necesaria que permitan un ambiente familiar seguro, formativo y educativo, sin el cual el problema seguiría reproduciéndose.

La ausencia de la madre y del padre genera una situación terrible en el niño, que se encuentra desamparado y dependiendo solo de sí mismo.

El deterioro de la institución familiar debe ser afrontado con decisión para resolver radicalmente el problema de los niños abandonados. La solución radical, por tanto, de estas situaciones a las que nos referimos pasa por una renovada atención de la problemática de la familia.

Todo ello sin descuidar las intervenciones asistenciales concretas urgentes e inmediatas, de las que estos niños tienen necesidad sin demora. Así se contribuye meritoriamente a paliar la gravedad del problema.

El Estado debe realizar las transformaciones necesarias para el efectivo respeto de los derechos fundamentales del niño, en especial el derecho a la vida y a la familia.

La familia en crisis o destruida es el factor determinante que acaba provocando la desastrosa situación del 'niño de la calle'.

Hay que evitar formas de asistencialismo sin profundidad y sin una verdadera pedagogía. Tarea primordial es la de prevenir las situaciones de abandono por el fortalecimiento de la institución familiar.

Hay que asegurar medios y recursos para la reintegración familiar y social de los 'niños de la calle'. Hay que denunciar las condiciones sociales y familiares que han provocado o causado su abandono.

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En la Declaración del Congreso teológico pastoral de Río de Janeiro (3 de octubre de 1997), que es parte del II Encuentro mundial de Juan Pablo II con las familias, se afirma: "Las familias ofrecen la mejor esperanza contra la plaga de los niños abandonados, en particular de los que viven en las calles de las grandes ciudades".

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