Ultrasonografía de bebe de 18 semanas. La aceptación legal de la fecundación in vitro trae como consecuencia la selección de los embriones humanos que se implantarán en el útero de la mujer (con la destrucción de los demás embriones fecundados como parte del proceso), así como la posterior destrucción de parte de aquellos embriones ya implantados, con el fin de para evitar un embarazo múltiple.

            Es este uno de los ‘frutos perversos’ de las investigaciones sobre el genoma humano. Nadie se atreve a afirmar claramente que este procedimiento sea moralmente aceptable, pero son muchos quienes lo practican.

            Selección embrionaria significa matar un embrión humano producido en probeta, en lugar de transferirlo al útero; matarlo como consecuencia de exámenes que indican que, a partir de ese embrión, no se desarrollará un sujeto normal.

            Destrucción embrionaria significa matar uno o más embriones humanos dentro del útero cuando como consecuencia de la transferencia de varios embriones, se desarrollan varios fetos y sólo se quiere el nacimiento de un niño.

            El 25 de julio de 1978 nació la primera niña concebida en probeta. Ya en 1983, únicamente en USA, eran cerca de 20 las clínicas que aplicaban esta nueva tecnología. Ahora son más de 300.000 en el mundo los niños que han nacido como fruto de la fecundación in vitro. Ha sido llamada la industria de la tecnología de la reproducción asistida. Bajo la presión de los medios de comunicación, esta técnica se está convirtiendo en una exigencia social hasta el punto de transformarse en una más entre las ofertas del mercado.

            Pero Winston y Handsyde, que han trabajado en esto desde el principio, indicaban ya en 1993 que “Sorprendentemente, la fertilización humana in vitro es un fracaso”.[1]

            De hecho, llegar hasta el momento en que la madre pueda tener al ‘niño en brazos’ todavía hoy es privilegio de una pareja estéril por cada cuatro o cinco madres que lo intentan inútilmente.

            La primera razón de este fracaso es la baja eficiencia de las tecnologías introducidas hasta ahora en el campo de la reproducción técnicamente asistida, debido a que los mecanismos que se suceden rápidamente en los primeros días del desarrollo del cigoto, son altamente delicados.

            Gran parte de los óvulos obtenidos por medio de procesos artificiales de multi-ovulación, tienen el cariotipo alterado. Estas condiciones podrían dar origen a embriones y fetos afectados por graves patologías.  Además, entre los embarazos obtenidos por este método muchos terminan en aborto espontáneo o en parto prematuro. Por eso, la frecuencia de las madres que logran ver al niño en sus brazos, es muy inferior a las que llegan al momento del parto.

            Todo esto motivó una ley en 1990 para desarrollar tecnologías de diagnóstico pre-implantatorio que permitieran una selección embrionaria tal, que se impidiera la transferencia al útero de embriones para los que era previsible un desarrollo anormal.

            Los abortos procurados, llevados a cabo en todo este proceso para evitar el nacimiento de niños con problemaas de salud, son innumerables. Lo mismo dígase de la inhumana intervención para suprimir fetos en los casos de embarazos múltiples a través de la inyección intracardiaca de cloruro de potasio. Sin mencionar los sufrimientos e incertidumbres de las mujeres sometidas a estos procesos.

 

            En conclusión: Los porcentaje de fracaso pueden ir bajando con el tiempo; así como pueden ir subiendo los porcentajes de éxito, pero esto nada quita al hecho de que nos encontramos ante la supresión claramente querida de individuos humanos en su estado inicial de desarrollo. Una persona correctamente informada sabe que lo que se realiza con ambas técnicas es un homicidio, frecuentemente múltiple, sea cual sea el eufemismo que se utilice en lugar de homicidio.



[1] Citados por Angelo Serra en Lexicon, Madrid 2004, p. 1033.

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