anillos En la legislación española ya no existe el matrimonio tal como lo define la Iglesia (compromiso para siempre, fiel entre un hombre y una mujer y abierto a la vida).
Las leyes de 2005 definieron el matrimonio excluyendo la estabilidad y la heterosexualidad: Es un contrato entre cualesquiera dos adultos por un plazo mínimo de tres meses de duración y no se sabe muy bien para qué.


El matrimonio quedó re-definido por el Tribunal Constitucional de la siguiente forma: Comunidad de afecto que genera un vínculo o sociedad de ayuda mutua, entre dos personas que poseen idéntica posición en el seno de esta institución y que voluntariamente deciden unirse en un proyecto de vida familiar común, prestando su consentimiento respecto de los derechos y deberes que conforman la institución, y manifestándolo expresamente mediante las formalidades establecidas en el ordenamiento.
Para el Tribunal Constitucional español, el matrimonio no implica la dualidad hombre-mujer, no exige ningún compromiso estable en el tiempo y no tiene nada que ver con la sexualidad ni con la apertura a la vida.
Con la palabra ‘matrimonio’ se refieren a algo ininteligible, difuso y de nulo interés social. ¿Por qué debería la ley regular este tipo de ‘matrimonios’?
Grupos ‘progresistas’ dicen que han surgido en los últimos tiempos ‘nuevos modelos de familia’. Por eso se legitiman reformas legales para dar espacio al ‘matrimonio’ homosexual, a las técnicas de reproducción asistida para parejas o para personas solas, el divorcio como esencia contractual de todo matrimonio, la maternidad como una opción de la mujer que tiene derecho a no ser madre aunque ya esté embarazada.
Un primer error consiste en creer que han aparecido nuevas formas de familia. En realidad las diversas posibilidades de comportamiento sexual humano no son nuevas, sino que son conocidas desde el tiempo de las cavernas. La novedad consiste en querer valorar todas esas posibilidades como de igual dignidad y valor.
Constituye un error confundir el matrimonio y la familia, con el sexo, el afecto y el deseo. Hoy se presupone que donde hay dos personas que se quieren y comparten cama hay matrimonio y familia y donde alguien ‘desea’ un hijo, hay familia. Ese es el error.
Porque el matrimonio y la familia son mucho más que sexo, afecto y deseo. El matrimonio y la familia no se confunden con la amistad o con el encuentro ocasional. No es aceptable una concepción de matrimonio que desconoce el compromiso estable.
Si repasamos la historia, veremos que jamás se ha ocurrido a nadie, en ninguna época, regular por ley ni la sexualidad ni la amistad. Cuando se han dictado normas o leyes sobre la familia y el matrimonio (y todas las sociedades lo han hecho), regulan algo que va más allá del interés particular de los que se relacionan sexualmente: regulan algo que afecta al conjunto de la sociedad de forma relevante.
Ese algo tan importante es la apertura a las nuevas vidas en un ambiente de personas comprometidas entre sí de forma permanente.
A la sociedad, lo que le interesa es que haya sucesión generacional pues en caso contrario la sociedad misma no tendría futuro. Y por eso, cuando las personas crean ese ambiente natural donde pueden surgir las nuevas vidas, el Derecho se acerca para proteger y regular esa realidad bajo el nombre de matrimonio y de familia. De ahí surgen las notas que definen lo que realmente es el matrimonio.
• Heterosexualidad: La apertura la vida se da cuando se juntan los gametos masculino y femenino. Por tanto el matrimonio exige la presencia del hombre y la mujer. No porque así lo diga el cristianismo, sino como consecuencia de la configuración biológica de la especie humana. Por eso en la Grecia y Roma paganas (antes de Cristo) se reguló el matrimonio, pero no otros comportamientos sexuales libres.
• Apertura a la vida: Desde siempre se ha sabido que se pueden tener hijos fuera del matrimonio. Pero desde siempre se ha constatado también que no es lo ideal para las nuevas vidas. Y por eso se ha privilegiado el matrimonio como ámbito idóneo para la maternidad pensando en el bien de los niños.
• Estabilidad: Pues a) los hijos necesitan un tiempo de maduración larguísimo y necesitan una estructura de cariño permanente en el tiempo que les garantice esa maduración. Y b) porque los lazos que se crean entre los cónyuges les afectan tan íntimamente, que su ruptura desestabiliza y genera daño en primer lugar a ellos mismos.
El cristianismo no inventó el matrimonio. Descubrió y profundizó, como nadie antes, con la ayuda de la Palabra de Dios, lo que la humanidad siempre había sabido con más o menos claridad y precisión.

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