Love16. Casi en la misma fecha han llegado hasta mí dos mensajes que claramente quieren dar a entender que la sexualidad humana es algo que carece de un significado moral particular: ni bueno ni malo.

1-El primero es un artículo en La Nación de Costa Rica (lunes 18 de enero 2016), con el título ‘El matrimonio gay no es malo’. Ahí se afirma: “nadie sabe por qué consideran malo el matrimonio homosexual”. Extraña conclusión del autor: yo no sé, luego nadie sabe.
2-El segundo es un video, elaborado en Inglaterra, donde se muestra que tener sexo es como beber una taza de té. Tal cual. Así como usted puede invitar a cualquiera a tomar una taza de té, puede invitar a cualquiera a tener sexo. La persona invitada puede rechazar la taza de té o la puede aceptar. Lo mismo ocurre con el acto sexual. That’s all.
Pero enseguida surge la pregunta ¿Es tan neutro moralmente tener relaciones sexuales como tomar una taza de té?
Por supuesto que no. La sexualidad humana tiene un significado y una finalidad precisas: Sabemos qué es y para qué sirve.
Una comprensión adecuada e integral del ser humano entiende la sexualidad como lenguaje propio del amor. Este es el significado propio de la sexualidad humana.
Una adecuada comprensión de ser humano la obtenemos con la ayuda de las enseñanzas bíblicas: Jesucristo enseña al ser humano lo que es el ser humano.
Esta comprensión evita tanto la infravaloración como la sobrevaloración de la sexualidad.

En la actualidad se tiende a ver en el cuerpo humano solo un valor utilitarista. El cuerpo humano es algo así como un instrumento material al que se puede dar cualquier uso. Como consecuencia, también la sexualidad se instrumentaliza, pasando a ser una simple ocasión para satisfacer los propios deseos. Como tomar una taza de té.
Aquí se ha olvidado el valor trascendente de la persona humana y se tiene una idea de libertad sin más límites que la propia voluntad.
Pero la persona humana es al mismo tiempo un ser corporal y espiritual, formando una íntima unidad. La experiencia, en efecto, nos confirma que el hombre es capaz de realizar operaciones que exigen un principio no material (reflexionar, amar, etc.). Ese principio no material es lo que tradicionalmente se ha llamado alma. Lo que constituye al ser humano como específicamente persona, es este principio espiritual.
En virtud de este principio espiritual, el cuerpo humano no es simplemente una porción de materia orgánica. Es, por el contrario, manifestación del espíritu. Son inseparables. De ahí que no se puede decir: «Entrego mi cuerpo, pero no entrego mi alma». Si no me entrego todo entero, es mentira que me entrego.
Y la sexualidad, tanto en el varón como en la mujer, es algo constitutivo del ser humano, no un simple atributo.
Tanto el hombre como la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Significa que la diferenciación sexual tiene su origen en el acto creador de Dios y, como sexualidad, participa, por tanto, de la espiritualidad propia de la persona humana. La diferenciación en hombre y mujer está orientada a la mutua complementariedad. Lo cual, por otro lado, es bastante evidente.

Hemos dicho más arriba que la sexualidad humana es el lenguaje propio del amor (amor del bueno). Añadimos ahora que el amor es la vocación fundamental de la persona humana la cual, por tanto, llega a la perfección en la medida que ama.
La sexualidad, insistimos, ha sido creada para ponerla al servicio del amor.
Y ¿cuáles son las características que nos ayudan a distinguir el amor verdadero de un falso amor? Porque un acto sexual, sin verdadero amor, sería una mentira.
La entrega sexual es una auténtica muestra de amor plenamente humano y personal cuando:
- Se trata de una entrega total, y no parcial.
- De un amor fiel y exclusivo, y no temporal y ocasional.
- De un amor que no interrumpe artificialmente las consecuencias naturales de este acto (que es potencialmente fértil). Dicha interrupción indicaría que la entrega no es total. La entrega sexual debe ser abierta a la vida.
En una palabra el amor verdadero, que hace del acto sexual un acto bueno moralmente, tiene que ser:
- Heterosexual (para responder al artículo de La Nación).
- Conyugal (para distinguirlo de la taza de té).

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