Gestos del cuerpo y efectos del corazón... En la última década se ha podido constatar un cambio en el tema de las relaciones prematrimoniales. Si ya hace años era un comportamiento frecuente, ahora se ha convertido en ‘normal’, y resulta difícil apartarse de él sin ser señalado por los demás.


Las relaciones sexuales antes del matrimonio se justificaban en razón del amor que se tenían los novios; ahora, sin embargo, se aceptan las relaciones sexuales entre amigos con la sola pretensión de pasarlo bien; y se considera una ventaja el hecho de encontrarse, sin existir ningún vínculo afectivo que comprometa a las dos personas. Pacíficamente se practica el sexo sin amor.
Las series de televisión, revistas, programas de radio y medios de comunicación en general, dirigidos a jóvenes, plantean una visión que reduce la sexualidad a una forma de diversión; lo cual impide a los jóvenes construir, en su futuro, un compromiso de amor duradero. En muchos medios, prácticamente se da una ‘educación para la infidelidad’ que separa por completo los gestos del cuerpo por un lado (entrega sexual), y los afectos del corazón (amor), por otro lado. Sin que tangan nada que ver lo uno con lo otro.
De esta manera es imposible madurar para un amor esponsal que tenga las características de entrega total, definitiva, exclusiva y abierta a la fecundidad; y que implique la capacidad de comprometer la propia vida de manera irrevocable.
Se confunden los sentimientos y las emociones, con el amor. Y cuando no se siente la emoción del principio, se considera que el amor ha terminado y que ya no vale la penan luchar juntos para superar la crisis. Entonces se buscará, en otros brazos, la pasión añorada.
Se desconoce la naturaleza del amor verdadero cuando se le confunde con un sentimiento. ¿Esperan esos jóvenes que se pueda sostener alguna relación estable sobre la base, tan fluctuante, de las emociones?
Se piensa que el hecho de vivir una relación íntima solo para pasar el rato, no perjudicará a posteriores relaciones. Eso es ignorar la profunda unidad que existe en la persona entre el cuerpo y el espíritu. Es imposible que en una relación sexual (algo corporal), no se implique también el alma. Cuerpo y alma son inseparables. La relación sexual sin amor, deja necesariamente una herida en el corazón, aun cuando no seamos plenamente conscientes de ello.
Cuando la relación sexual tiene lugar bajo la presión del grupo (‘todo el mundo lo hace’), el cuerpo no se está entregando libremente. Tampoco es libre la entrega cuando se hace ‘para no perder a mi chico’ o porque ‘a mi edad debo hacer nuevas experiencias’. En todos estos casos el corazón (la conciencia), reconoce que falta autenticidad. El corazón reconoce la frustración, pero lo disimula frente a los ‘amigos’. Aunque por dentro se vive una inevitable tensión.
Es duro reconocer que en esos actos sexuales no se ha sabido respetar la propia dignidad. Uno trata de justificarse con razones aparentemente aceptables, intenta por todos los medios esconder la soledad. Pero las decepciones, lo llevan a pensar que el verdadero amor no existe.
¿Cómo se puede madurar afectivamente? ¿Cómo se pueden descubrir los auténticos deseos del alma? ¿Cómo volver a comenzar de nuevo después de un desengaño?
Es necesario educar para el amor y para la castidad. La castidad más que abstenerse de relaciones sexuales, consiste en poner toda la energía sexual al servicio del amor verdadero. Ese amor que sabe esperar. Ese amor que es entrega total, exclusiva, para siempre y abierto a la fecundidad. Esa entrega total que es lo propio del matrimonio.

Compartir