Recuperar al Padre.- Según el especialista colombiano Ivaro Sierra, la especie humana ha asignado al padre escasas funciones en el núcleo familiar: el padre básicamente engendra al hijo y provee medios materiales para el sustento familiar. Si consideramos el nivel creciente de divorcios; que la asignación de la custodia de los hijos a la madre supera el 99% y sumamos el acceso masivo de la mujer a trabajos remunerados, resulta que el padre puede perder su razón de ser y puede convertirse en algo opcional.

 

Pero, en realidad, la figura del padre va más allá de su capacidad fecundante o de sus habilidades para proveer medios de subsistencia a la madre y al hijo.

¿Qué gana un varón cuando accede a la paternidad?
Aunque a muchos les parezca extraño, el primer beneficiado de la paternidad es el padre mismo. Se opera una mejora progresiva sobre el varón a partir del inicio mismo de la paternidad como resultado de propósito y el esfuerzo por ser un buen padre.

He aquí algunos de los beneficios que para el varón reporta la paternidad bien asumida.

1. La paternidad es parte del proceso de maduración. Hay que empezar por la ternura. No se trata de desvirtuar la masculinidad con el ánimo de acceder a una cualidad que ha sido típicamente femenina. La ternura del padre es una específica respuesta suscitada por la persona del hijo y no solo para beneficio del hijo. El hijo es la más eficaz estimulación de la ternura en el varón, que a partir de esta vivencia se hará sensible a todo lo bello, frágil y desvalido que en el mundo encuentre, y que de alguna forma le evoque la realidad de su hijo.
No menos importante es que el padre frente al hijo madura el concepto de autoridad, porque solo la realidad del hijo frágil y necesitado de apoyo muestra al progenitor la autoridad como un servicio, el mejor servicio de guía que puede prestar el padre al débil, al incauto, al ignorante y al inexperto. Mucho madura también el padre en cariño, respeto y delicadeza hacia su esposa, porque ha constatado lo que implica la maternidad en dulzura, bondad, entrega sin restricciones y heroísmo. Los hijos son el mejor estímulo para el crecimiento del amor entre sus progenitores, sobre todo cuando la presencia del hijo en el hogar es fruto de un amor que ya existía entre ellos.
En esta misma dirección, el hijo es para el padre el mejor potenciador de la madurez sexual. Sí, porque el hijo ubica la sexualidad humana en su justa dimensión, como es la de ser, dentro del matrimonio, una donación total por amor; siendo la presencia del hijo una prueba indiscutible de ese amor que saca la sexualidad del contexto trivial en el que la reducen quienes, aun siendo sexualmente activos, renuncian a la paternidad.

2. Mejor padre, mejor profesional. Los buenos padres saben priorizar sus diferentes actividades, son personas acostumbradas a resolver conflictos, y muchos de ellos de gran complejidad; tienden a ser más pacientes que otros varones solteros sin hijos, y saben escuchar. En las relaciones interpersonales logran comunicarse con mayor claridad y sencillez.
Todas estas cualidades son altamente valoradas hoy en el sector empresarial, en directa relación con la creatividad, la flexibilidad, la inteligencia emocional y el liderazgo.
Muchos empleadores confirman una mejora significativa de sus trabajadores cuando acceden a la paternidad. La paternidad cambia a la persona para bien.

3. Los padres tienen mejor salud. Las personas casadas gozan de mejor salud que las solteras, viudas, divorciadas o los que solo conviven. Entre quienes solo cohabitan, las enfermedades psicológicas, el alcoholismo, la depresión y los trastornos como cefaleas, lumbagos, etc., son significativamente más altos que en casados.
Hombres casados, con hijos, son menos proclives a asumir conductas de riesgo o hábitos nocivos para la salud como el licor, las drogas, el tabaquismo y los excesos alimentarios.
El saberse responsable de una familia y ser observado muy de cerca por hijos que los admiran, respetan y están dispuestos a imitarlos, hace que el padre de familia más prudente en su actuación, más templado en sus costumbres y bien dispuesto para dar ejemplo a la prole. De aquí surge la oración: Señor, yo quiero ser como Tú, porque mi hijo quiere ser como yo.

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