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Durante la conversación con un joven sobre temas de fe, de forma inesperada se le planteó a un sacerdote esta pregunta: “¿Por qué Dios me creó sin pedirme permiso?”


Sorprendente pregunta. ¿La hizo para poner a prueba al clérigo? ¿O, más bien, era síntoma de una vida insatisfactoria, a pesar de una juventud llena de promesas?

Confiesa el sacerdote que al principio se quedó desconcertado. No estaba preparado para, de repente, dar una respuesta adecuada. Lo primero que se le ocurrió decir fue: “¿Cómo podía consultarte Dios si todavía no existías?” Pero de alguna parte le llegó una inspiración y, después de titubear un poco, añadió: “Dios no nos pidió permiso porque para hacer un regalo no se pide permiso”.

La conversación terminó, pero el presbítero siguió dándole vueltas a la pregunta:  Un regalo se acepta o no se acepta. Se agradece o no. Puede que no guste. Puede no ser apreciado. Puede ser rechazado.
Pero uno no pide permiso para regalar algo a otro. Es un acto de amistad, un acto de amor. Un acto desinteresado. Por qué hay jóvenes adolescentes que prefieren no haber nacido? ¿Por qué hay personas que no sienten el impulso de dar gracias por la vida?

Ciertamente hay regalos de muy poco valor; pero existen también regalos preciosos y costosos que no apreciamos porque no sabemos sacarles la utilidad que poseen. Por eso dichos regalos incluyen en su empaque un manual de instrucciones de uso.

Si tenemos la paciencia de leerlo con calma, podremos disfrutar el regalo al máximo. Si nos da pereza leer el instructivo, el magnífico regalo resultará ser un desperdicio. No lo agradeceremos y,  tal vez nos preguntaremos ¿por qué no me consultaron antes de regalarlo?

Ahora bien, ¿tiene la vida un manual de instrucciones para su mejor ‘uso’? Ya se ha dicho por ahí que los bebés nacen sin dicho sin manual de instrucciones y los padres primerizos tienen que aprender a criarlos haciendo camino al andar.

Pero yo, para el regalo de mi propia vida, ¿a qué manual acudiré para conocer su sentido y sacarle a la vida el mayor provecho posible, hasta poder disfrutarla al máximo, hasta sentirme plenamente realizado, hasta alcanzar la felicidad total?

¿No será la Palabra de Dios dicho manual?
El mismo que me ha regalado la vida me dirá cómo aprovecharla de la mejor manera posible.



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