Hágase tu voluntad. En realidad, la expresión correcta sacada de la Sagrada Escritura es al revés: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Esta frase se puede leer en la carta a los hebreos capítulo 10 versículos 7 y 9. A su vez la carta a los hebreos está citando el salmo 40 (39),9.


Hacer la voluntad del Padre fue el alimento de Jesús durante toda su vida. Jesús antepuso la voluntad del Padre a su propia vida: Si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú (Lc 22,42).

Lo mismo hizo la Santísima Virgen: Soy la sierva del Señor que se haga en mi tu voluntad (Lc 1,38).

En eso consiste, pues, la espiritualidad cristiana. Lo decimos cada vez que rezamos el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”.

Por su parte Jesús nos lo deja claro: “El que me ama cumplirá mis mandamientos” (Jn 14,21). O sea, cumplirá mi voluntad.

Por lo tanto, no tiene base pretender seguir siendo un buen cristiano o católico si se vive apartado del cumplimiento de la voluntad de Dios. Es necesaria e ineludible la conversión, o sea el alejamiento del pecado y el cambio de vida. Ello implica reconocer que somos pecadores, doblar rodilla, acudir al sacramento del perdón, cambiar muchas cosas en nuestra vida, alimentarse de la Eucaristía y de la Palabra de Dios, practicar las obras de misericordia. No se puede ser cristiano o católico ‘a mi manera’.

No es posible engañar a Dios presentándole cualquier otro tipo de ofrenda que no sea el de nuestra propia obediencia en fe, humildad, gratitud, arrepentimiento y penitencia.

Debemos reconocer que ir cada año al santuario del Cristo más venerado es más fácil que cambiar de vida abandonando el vicio y el pecado. Es más fácil asistir a las procesiones que confesarnos y hacer un verdadero propósito de enmienda. Es más fácil recibir la ceniza en la frente el primer miércoles de Cuaresma o frecuentar la Hora Santa, que abandonar ciertas costumbres arraigadas que no nos permitiría comulgar.

La frase ‘Aquí estoy, Señor, para que hagas mi voluntad’ no se la he escuchado a nadie con esas palabras, pero tal parece que eso es lo que pretendemos con algunas listas de peticiones al Señor y con algunas promesas y prácticas de piedad. Es una actitud más propia de otras religiones.

Ciertamente las palabras ‘pedid y recibiréis’ no deben ser interpretadas como quien escribe a Santa Claus. Como si Dios fuera nuestro proveedor. Lo correcto es orar diciendo: ‘Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad’.

Si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú (Lc 22,42).

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