No comprender por que sufren los inocentes no refuta la existencia de Dios ni su poder ni su bondad ¿Cómo puede un Dios, infinitamente bueno y poderoso, permitir ese ‘mar de plagas’ que es el mal y el sufrimiento que hay en el mundo aun cando Él no sea su causa?

 

Incluso si los males de este mundo brotasen exclusivamente de nuestras malas acciones, no terminarían las preguntas: Porque, ¿cómo es posible que las personas justas e inocentes sufran mientras, muy a menudo, a los malvados les va bien en la tierra?

La razón humana no puede jamás desentrañar del todo la respuesta. Pero hay una realidad clarificadora: la magnitud del bien supremo que hay en el mundo, que es el amor, lo cual sobrepasa todos los males.

El bien moral (la bondad personal) es posible tan solo por medio de la libertad. Dios permite el mal precisamente para salvaguardar la libertad humana. De ahí que una ‘defensa de Dios’, frente a las objeciones suscitadas por su enigmático silencio, solo pueda cumplir su objetivo si se entiende:
a) Que el mal moral personal (el pecado), es mucho peor que un mundo lleno de sufrimientos. Nuestra separación de Dios es el único mal absoluto.
b) Que un mundo lleno de sufrimientos en el que, sin embargo, existen el amor y la bondad personal, es mejor de lo que sería un mundo sin sufrimientos, pero también sin amor.
El abuso de la libertad es el inicio fundamental último de todos los males y de todos los sufrimientos.
El pecado, se dirige en primera instancia contra Dios. Ante el hecho de que Dios permita el pecado, nos asombra tanta paciencia. Pues nos parece que lo justo sería erradicar ipso facto, por sus delitos, al pecador que lo maldice y lo ultraja.

En base a esta consideración puede estar justificado que suframos por nuestra maldad y nuestros pecados.

La existencia del amor constituye la glorificación suprema de Dios y la más elevada realización del ser humano. Pero sin libertad, el amor sería imposible. La existencia del amor puede explicar que Dios deje un margen provisional al ‘poder del mal’ en la Historia.

Ciertamente en el final escatológico, el poder del mal será aniquilado. No es posible que los maltratadores, torturadores, genocidas, etc., queden por siempre sin el castigo merecido. El sufrimiento injusto es una consecuencia del pecado, pero es permitido solo para que pueda darse el amor, el cual resulta posible únicamente por medio de la libertad.

Se comprende el sufrimiento injusto como consecuencia de nuestro apartarnos de Dios, y sabiendo que es permitido solo porque de lo contrario (sin libertad), no sería posible el odio, pero tampoco el amor. Sin libertad seríamos como piedras. No es necesario, pues, negar la omnipotencia divina ante hechos tan espantosos como el sufrimiento de los inocentes.

Hay que escoger entre un mundo en el que no habría sufrimientos pero tampoco habría amor ni libertad (seríamos piedras) y este otro mundo que el que hay libertad y amor (somos personas), pero también hay odio y sufrimientos.

Este argumento, puramente racional-filosófico, encuentra una respuesta incomparablemente más profunda al misterio del sufrimiento en la Encarnación, pasión, muerte y resurrección de Cristo. Aquél que cree en la muerte y resurrección de Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, puede conocer el abismo de sentido que adquiere el sufrimiento. Ver al respecto Salvífici doloris de Juan Pablo II.

Al ateo hay que decirle que el hecho de no comprender por qué sufren los inocentes, no refuta la existencia de Dios, ni su poder, ni su bondad.

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