‘Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’ Cuando rezamos y seguimos rezando para que Dios nos libre de un problema de salud o de un aprieto económico, y sentimos que no somos escuchados, antes de sacar conclusiones equivocadas debemos recordar algunas enseñanzas.


1.- No debemos imaginar a Dios cubriendo las espaldas de los que a él le rezamos, de manera que nos libre de todo mal, mientras que a los que no rezan se llenarán de desgracias. La experiencia de cada día nos muestra que las cosas no funcionan así.
Dios nos ha creado libres y responsables. Eso significa que nuestras acciones tienen consecuencias. Y Dios no impedirá las consecuencias o efectos de esas acciones humanas: Si se pone la causa, se produce necesariamente el efecto correspondiente. Si no queremos que se produzcan efectos desagradables habría que suprimir la causa que los originó. No hay forma de cambiar esto.


2.- No quiere decir que el origen de los males que yo estoy padeciendo hayan sido causados por mis propias acciones. Aquí aplica el principio según el cual muchas veces los inocentes pagan por los culpables. Jesús es el mejor ejemplo. Los culpables a veces son fáciles de señalar. Cuando, por ejemplo, un chófer irresponsable atropella a un peatón que está tranquilamente caminando por la acera; o cuando los hijos padecen las consecuencias de los errores de sus padres.
Pero, en la mayoría de los casos, la causa de nuestros males es mucho más remota. No hay que culpar a nuestros antepasados como si hubiéramos heredado una maldición. Debe quedar muy claro que no hay una relación directa entre lo que yo padezco y los pecados que yo he cometido, como si fueran un castigo de Dios. Algunos vuelven a frecuentar la Iglesia después de mucho tiempo, esperando que automáticamente se solucionarán sus problemas materiales. Puede ser, por el contrario, que los problemas se incrementen. De nuevo: la experiencia nos ensaña cada día que personas sin escrúpulos están sanos y cómodos, mientras que quienes se esfuerzan por hacer el bien padecen enfermedades, inhusticias y pobreza. Hay que seguir profundizando.


3.- Es cierto que el mal del mundo tiene su origen en el alejamiento de Dios, o sea, en el pecado. Pero ese pecado se ha extendido tanto y el mal se ha hecho tan grande que los sufrimientos se extienden de manera ciega y afectan al que encuentra como el torbellino de un tornado. Dios hará justicia en su día, pero mientras tanto permite que, como humanidad, asumamos las consecuencias de nuestras obras. Este ‘valle de lágrimas’ es lo que hemos conseguido entre todos con nuestra necia actitud de ignorar y despreciar la ley de Dios. ¡Es nuestra obra!


4.- Cristo no solo nos enseñó el Padrenuesto como modelo de oración, sino que nos dio ejemplo de oración en el Huerto de los Olivos. Su oración se introduce así: ‘Padre, si es posible’. Y concluye así: ‘Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. En medio de esa introducción y esa conclusión hay una petición concreta: Aparta de mí este cáliz (el cáliz de la pasión y muerte)’. Se nos sugiere, pues, que también nuestras peticiones a Dios vayan acompañadas por la misma introducción, y la misma conclusión: ‘Si es posible’ y ‘No se haga mi voluntad sino la tuya’. El Padre escuchó la oración de Jesús cuando lo resucitó, pero no le ahorró beber el cáliz, para nuestra dicha.
Cristo nos ha redimido pagando por nuestros pecados con su muerte y resurrección. Él no nos prometió hacernos ricos y famosos ni hacernos fácil esta vida. Más bien nos pidió cargar una cruz. En la Biblia quien prometió riquezas y poder fue Satanás cuando tentó a Jesús, por supuesto que no lo ofreció ‘gratis’: ‘Todo esto te lo daré si te postras y me adoras’ (Mt 4,9).
Muchas preguntas y respuestas quedan todavía en el misterio. Dios no nos pide que lo comprendamos, sino que creamos y confiemos en Él.

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