Misioneros El apóstol es un enviado, un misionero. No se envía a sí mismo. La Misión se recibe. Desde Jesús, el Apóstol de Padre, es así. Cristo no se envió a sí mismo. Recordemos a este respecto algunas citas bíblicas: “Yo no he venido por mi cuenta, sino que el que es Veraz me ha enviado” (Jn 7,28-29).

 

“El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que ve hacer al Padre” (Jn 5,19).
“Es necesario que yo haga las obras del que me envió” (Jn 9,4). “Yo no hablo por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir” (Jn 12,49).
“Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado” (Jn 7,16). “El que habla por su cuenta busca su propia gloria” (Jn 7,18).
Por eso Jesús podrá añadir: “El que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. (Jn 12,45). “No estoy solo, sino yo y el que me ha enviado” (Jn 8,16). Y, por último:
“Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20,21).
“Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes” (Mt 28,19).
“Habiendo sabido que algunos de los nuestros, salidos de aquí sin comisión alguna de nuestra parte, os han puesto en confusión con sus palabras, revolviendo vuestras conciencias, hemos decidido de común acuerdo elegir y enviaros varones de nuestra confianza, en compañía de nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo... Os enviamos, por tanto, a Judas y a Silas, quienes os transmitirán de palabra el mismo mensaje”. (Hch 15,30).
"No hagáis caso a los profetas que os dicen: 'No seáis esclavos del rey de Babilonia', porque os profetizan mentiras. Yo no los envié -oráculo del Señor-, y ellos profetizan en mi nombre falsamente" (Jer 27,14).

El Padre es el origen de toda Misión: Envió a su Hijo. Y Jesús envió a los Apóstoles y sigue enviando hoy a través de la Iglesia, de los Obispos o superiores.
Se ‘envía’ a sí mismo quien adquiere compromisos al margen de Proyecto Pastoral Comunitario; sin contar con la comunidad.
Preguntémonos con frecuencia: ¿Estoy aquí, como evangelizador, porque para ello he sido enviado? ¿Hago las obras del que me envió, o hago cosas por mi cuenta? ¿El que me ve a mí, ve al que me ha enviado?
Porque solo cuando somos enviados se cumple la consoladora palabra de Jesús: “El que acoja al que yo envío me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado” (Jn 13,20). Si somos enviados, somos representantes de Cristo y del Padre. Si nos somos enviados sólo somos representantes de nosotros mismos.
El hecho de que la iniciativa de la Misión sea del Padre no impidió a Jesús derramar hasta la última gota de su sangre por la salvación de la humanidad. Análogamente, someter nuestra voluntad a la de Dios a través de sus mediaciones (el superior y la comunidad), no representa para nosotros una limitación, no impide que nuestra entrega sea total, no coarta nuestra generosidad, ni nuestra iniciativa. Al contrario, nos hace totalmente disponibles, libres, y seguros de que estamos en la voluntad de Dios. Y desarrolla nuestras potencialidades al máximo.
Es un riesgo creer que se está cumpliendo la voluntad de Dios cuando se han tomado decisiones apostólicas sin ser enviado y sin consultar. No creamos que estamos bendecidos por Dios si trabajamos en la Iglesia aislada e individualmente.

Como enseñaba Benedicto XVI: El misionero está llamado a hacer presente, en la confusión y en la desorientación de nuestro tiempo, la luz de la Palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo en este mundo. Por tanto, el misionero no enseña ideas propias, una filosofía que él mismo se ha inventado, o que le gusta, el misionero no habla por sí mismo, para crearse admiradores, no dice cosas propias, invenciones propias, sino que, en la confusión de todas las filosofías, el misionero enseña en nombre de Cristo, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra, su modo de vivir. Para el misionero vale lo que Cristo dijo de sí mismo: “Mi doctrina no es mía” (Jn 7,16). No propago mis ideas o lo que me gusta, sino que soy la boca y el corazón de Cristo, y hago presente esta doctrina única, que se ha encomendado a la Iglesia y que da vida eterna.

Para concluir. Hay parecido entre un turista y un misionero: Ambos viajan mucho.
Pero hay también diferencia: El turista escoge el destino de su viaje, según su gusto. El misionero, no. El misionero no se envía a sí mismo.

Compartir