Una teja para rascarse. La historia de Job. Job es el protagonista de una historia dramática. Hombre íntegro y recto que respetaba a Dios y se apartaba del mal. Era inmensamente rico y feliz. Satanás, con el permiso de Dios pone a prueba a Job el cual pierde repentinamente todos sus bienes y familia. La reacción de nuestro héroe es ejemplar: se prosterna ante la voluntad divina diciendo: “Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré: Dios me lo dio y Dios me lo quitó. Sea bendito su nombre” (Job 1,20-21).

 

Satanás vuelve a la carga más directa y más duramente. Job fue herido de una especie de lepra “desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza” En esta situación Job tomó una teja ara rascarse y fue a sentarse entre la basura (2,8-9). Entonces Job se queja: “¿Por qué me ocurre esto?”. Y maldice el día en que nació: “Él (Dios), multiplica sin razón mis heridas; ni siquiera me deja recobrar el aliento, sino que me harta de amarguras... Él se ríe de la angustia de los inocentes” (9,17.18.23). Si la Biblia es un libro inspirado por Dios, tenemos que admitir, después de leer a Job, que la protesta y la rebelión ante el sufrimiento, son actitudes auténticamente humanas y que un cristiano no tiene por qué desecharlas.

Los tres amigos de Job, sin compadecerse de su dolor, le prodigan palabras bien intencionadas, pero odiosas. Le repiten: - “El sufrimiento corresponde al pecado”. “Si sufres es porque eres culpable”.

¡Qué estupidez! “Estamos tan acostumbrados a devolver mal por mal, que pensamos que Dios obra igual que nosotros” (Evely). Este punto quiero dejarlo bien claro. También algunos sabios cristianos, por ejemplo San Agustín, preocupados por dar una respuesta a las preguntas que hoy nos planteamos nosotros, afirmaron que el mal que padece el hombre, se explica como castigo por los pecados que ha cometido. Esto hay que entenderlo bien: Ciertamente, el pecado introdujo el mal en el mundo; sin embargo, no existe una relación directa entre el mal que sufro yo y los pecados que he cometido yo; entre las desgracias que sufre mi vecino y los pecados que él ha cometido. Afirmar lo contrario es un error condenado por la Iglesia (DS 1972).

Job mismo responde a estos sermoneadores baratos: -“¡He oído muchas cosas como éstas! ¡Consoladores funestos sois todos vosotros!” (Job 16,2). –“En defensa de Dios decís falsía y por su causa razones mentirosas”. (13,7). Job es inocente y sufre. ¿Por qué?

Por fin Dios responde en medio de la tempestad. No explicará de forma directa el sentido del sufrimiento. Pero le hará ver a Job el interés apasionado que tiene por su creación. Dios muestra a Job su inmensa sabiduría y poderes: Dios ha creado todo el mundo tan complicado y bello con solo su palabra. Su sabiduría es inmensa, sus planes son santos. Parece que quiere decirle: - “¡Por qué te preocupas tanto? Basta que sepas que el mundo está en mis manos. Yo lo cuido con sabiduría y amor. El sufrimiento también tiene un sentido. Aunque tú no lo comprendas. En realidad hay muchas cosas en el mundo que tú no comprendes. ¿Cómo te atreves a enfrentarte conmigo? Confía en mí”.

Job experimenta en las maravillas de la creación que Dios es mucho más grande y más poderoso de cuanto el pensamiento humano pueda imaginar. Su conducta es tan maravillosa e insondable que el hombre debe sentir y reconocer los límites de su propia inteligencia. Pero lo más importante es que en la creación, Job reconoce la bondad divina y su providencia sobre las criaturas. Con esto se da respuesta al problema de Job: Aquel Dios en quien él creía ver un enemigo, porque le hacía sufrir, es en realidad un Dios bueno con sus criaturas. El problema del sentido del dolor sigue abierto, pero Job ha vuelto a encontrar en Dios a su salvador de quien había sospechado, sin fundamento (por ignorancia), que era su enemigo. La paz renace en el corazón.

También nosotros deberemos decir con Job: “Si el hombre pretende disputar con Dios, no sabrá cómo responder a una sola entre mil preguntas que Dios le haga” (Job 9,3). –“Sé, Señor, que eres todopoderoso; ningún proyecto te es irrealizable. Era yo el que empañaba el consejo con razones sin sentido. Sí, sé que he hablado sin inteligencia de maravillas que me superan e ignoro... yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso retracto mis palabras” Job 42-1-6).

El final de esta historia se parece al de algunas películas. Final feliz (ver el capítulo 42 de Job). El autor del libro tenía que poner este final porque era lo que esperaban sus lectores los cuales no estaban preparados para leer una obra en la que el protagonista muere. Los hombres de aquella época no estaban capacitados para comprender más.

Nosotros, empero, insaciables, podemos seguir buscando, por todos los medios, una respuesta más completa. La que solo Jesucristo nos puede dar con su muerte y resurrección. Será en una próxima ocasión.

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