El ser humano se siente, así, lanzado al reconocimiento del Don de quien todo procede; se siente abrazado por un misterio trascendente de gracia. (Basado en el pensamiento de Gonzalo Tejerina)
La vida humana es algo que se te ha dado. Ha sido un acto de donación gratuita, habiendo renunciado el donante, abiertamente, a controlarte.

Se te ha creado sin exigirte o imponerte una contrapartida. Eres libre.
Evidentemente no es el ser humano quien da sentido al Universo. La realidad existente ya tenía orden y consistencia antes de que aparecieran los humanos.

El hombre encuentra el sentido a su propia existencia cuando sabe encajarse positivamente, con la debida creatividad, en el seno de de esa realidad pre-existente, dotada de consistencia y valor. Y en esto, el humano comprende que el sentido de su vida está posibilitado por algo anterior a él y superior a él.

Es preciso pensar el mundo y lo que cada uno es, desde esta perspectiva que nos enfrenta ante la verdad última de las cosas: el don y el milagro de existir.

Lo que el hombre recibe al nacer es una realidad básicamente ordenada y armónica gracias a que está vinculada a poderosos elementos que interactúan misteriosamente. Es una realidad constituida por dinamismos de gracia y comunión.

Percibimos una dinámica de donación, de gracia y comunión, que todo lo sostiene. Debemos tomar conciencia de ello para vivir con acierto nuestra presencia en el mundo. El principio de la gratuidad es el referente espiritual básico de la existencia.

Esta primacía de lo gratuito en mi vida, debería ser evidente. Pero se pierde de vista por la superficialidad del vivir cotidiano. Esta gratuidad se nos oculta por causa de la peligrosa convicción, muy característica del hombre moderno, de que soy yo el único autor de mí mismo y de mi vida. Es falso decir: ‘Yo decido lo que soy’. También es ingrato.

Es preciso volver a la evidencia de que nos precede y nos sostiene un amor gratuito, y que sin ello nuestro ser y nuestra historia no habrían tenido lugar. Negar la lógica del don, aunque tiene limitaciones, equivale a negar la realidad natural en su constitución verdadera.

Hace falta organizar la vida sobre el principio de gratuidad que se desarrolla en un clima de fe y confianza. La lógica del don genera una experiencia fundamental de confianza en la cual se vive.

La experiencia de la gratuidad genera el modo de ser hombre y de estar en el mundo. Un mundo caracterizado por actitudes de acogida del don, cuando se vive con plena conciencia el hecho de que lo más importante, que es la existencia, nos es dado. Se vive con una actitud de agradecimiento ante el cúmulo de gracias que nos sostienen y sin el cual ni siquiera existiríamos.

Cuando el hombre capta el hecho de la gratuidad, entonces observará que los dones recibidos quizá sean tan grandes que no pueden ser devueltos. Entonces el hombre verá cuánto supera lo recibido gratuitamente a sus actos personales de generosidad.

La experiencia de la gratuidad conduce hacia la religión, como reconocimiento de la Trascendencia que se revela en el don recibido. La conciencia viva del don lleva a la idea de una fuente exterior y superior de la gracia recibida sobre el cual se desenvuelve toda la realidad existente. La experiencia del don, entonces, nos revela la natural dimensión de trascendencia que posee el hombre.

El reconocimiento que puede hacer el hombre de haber recibido la existencia de otros (los padres, etc.), el aceptarse a sí mismo como generado, dependiente, nutrido amorosa y desinteresadamente por tantos, lleva a verse sostenido por una dinámica general de gracia.

La contemplación de todas las criaturas existentes permite percibir su bondad y su gratuidad, y el milagro de que existan.

El ser humano se siente, así, lanzado al reconocimiento del Don de quien todo procede; se siente abrazado por un misterio trascendente de gracia.

En medio de la espesa ausencia de Dios en nuestra cultura, el principio del don y de la gratuidad constituye un presentimiento del misterio Absoluto del cual proviene ese dinamismo de gratuidad que todo lo ilumina.

 

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