misiones salesianas 2 Todo salesiano vuelve siempre con gusto a visitar las casas y los lugares en donde ha trabajado por varios años. Este es mi caso cuando de tanto en tanto puedo regresar a San Pedro Carchá. Constato la verdad de la estrofa de una poesía que siendo niño aprendí y que decía: “Patria es la tierra donde se ha sufrido, donde se ha soñado, donde se ha luchado; patria es la tierra donde se ha nacido.” Interesante que el autor no ponga en primera línea la tierra en que se ha nacido.

A todo esto, se añade la cordialidad de los hermanos salesianos y de tantas personas conocidas que me reciben con sinceras muestras de alegría y de amistad. Esta fue mi primera impresión en la residencia salesiana de la colina de Chibajché, en el centro parroquial y en las calles de la pintoresca, bulliciosa y próspera ciudad de San Pedro Carchá.

Tuve la suerte de concelebrar con el P. Heriberto en todas la celebraciones litúrgicas de los días grandes de semana santa en el hermoso templo parroquial. Qué calidad de ceremonias, lecturas bíblicas en qeqchí y en castellano, cantos con masivas participación de fieles con acompañamiento de órgano, de marimba de conjuntos de músicos. Y todo preparado con responsabilidad y esmero por diversos grupos de fieles laicos. Esta mi segunda impresión. Y la tercera todo lo que contaré a continuación.

Desde el lunes santo por la tarde llegó de la casa Talita Kumi el padre Jorge Puthenpura para entregarme, en Chibajché, una invitación especial para asistir el seis de abril a la inauguración del Hogar Papa Francisco, una nueva obra de caridad en beneficio de los pobres en la periferia de San Pedro Carchá, y que será atendida por las hermanas de la Resurrección.

Las Hermanas de la Resurrección expusieron el plan de trabajo a realizarse en el Hogar Papa Francisco. Serán recibidas como internas muchas personas necesitadas: niños, y niñas de cualquier edad que sufran desnutrición, ancianos y ancianas desamparados, convalecientes egresados del hospital que no tengan un lugar donde recuperarse.

Disponiendo luego de un día libre, algunos misioneros me llevaron a visitar algunas aldeas de la zona montañosa que yo visitaba y atendía cuando estuve trabajando por largos años como misioneros itinerante por estos parajes. Así pude volver a ver Chamil, Caquipec, Sehuhub, Semesché y Ulpán, lugares emblemáticos de la región qeqchí sobre las crestas de la sierra de Chamá.

Descubrí con admiración los progresos de aldeas situadas montaña adentro. Lugarcitos a donde sólo podía llegarse a pie o en lomo de mula ahora tienen carretera, de tierra claro está, pero que es de gran ayuda para las comunidades rurales.

Otro inesperado descubrimiento consistió en que algunas aldeas en las que allá por años setenta no se encontraba una sola persona que supiera leer, y en las cuales los misioneros salesianos en mayo de 1975 abrimos las primeras escuelitas con “maestrillos” qeqchíes, muchachos aún, que apenas habían hecho quinto o sexto grado de primaria, pues sí, esas mismas aldeas hora ya tienen escuela oficial; y algunas hasta instituto básico.

Me imagino que el ejemplo del Centro Don Bosco y de Talita Kumi ha sido un gran estímulo para estas comunidades rurales y para las mismas autoridades.

Probablemente estos básicos rurales no estén todavía a la altura, pero son un buen paso hacia la generalización de la instrucción pública al pueblo qeqchí.

Ingenuo sería pensar que con estos adelantos el pueblo pobre de Alta Verapaz haya encontrado ya la solución a tantas carencias acumuladas por la marginación de siglos. No; aún queda mucho por hacer.

En lo que se refiere a la evangelización, se ha logrado mucho gracias al celo y abnegación de nuestros hermanos misioneros. Alguno de ellos visita dos aldeas por día de las noventa que debe atender. Sale de casa muy temprano, y regresa ya bien entrada la noche. Se comprueba lo que dice Jesús: “La mies es mucha, y los operarios pocos.”


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