©Milanmakkovic Nos acercamos a la Navidad y no comprar es casi imposible. Al menos para las familias afortunadas en las que los adultos a cargo tienen un empleo con ingresos fijos para destinar a los festejos de la época. Y, ya que vivimos en unmundo de crisis financiera y humanitaria, nos cae bien a todos reflexionar al respecto en estas fechas.

El primer hincapié lo pongo en la fortuna de las familias que tienen al menos un ingreso fijo que les permite llevar dinero extra en diciembre debido a aguinaldos y bonificaciones de la época. En serio, créanme que se trata de una fortuna: en El Salvador, dos de cada tres trabajadores están en condiciones de informalidad, sin prestaciones de ley, planes previsionales ni seguridad social. Si usted tiene un empleo formal, es el único entre esas tres personas. Lo dicho: una fortuna. Y, si vemos Latinoamérica como región, hay 127 millones de personas en el sector informal. Y eso que no estamos contando a quienes no tienen ninguna fuente de ingresos. Lo que pasa es que normalmente nos rodeamos de personas muy parecidas a nosotros y por eso caemos en la trampa de creer que todos tienen lo mismo que nosotros. Pero no es así.

Entonces, si somos privilegiados, también hay que ser agradecidos cuidando lo que tenemos. Evitar el despilfarro puede ser una manera. Si educamos a nuestros hijos en el consumo responsable, haremos bien a la humanidad y al planeta. Porque estaremos formando hombres y mujeres que cuidan el agua que cae por los grifos, que seleccionan lo que botan a la basura, que aprecian los juguetes y los regalos que vienen con amor porque conocen el trabajo que cuesta tenerlos y no se inquietarán tanto por las marcas o los números que hay en las viñetas.

Así que me atrevo a hacer algunas sugerencias para enseñar desde pequeños un consumo responsable:

A favor de un consumo saludable: No necesitamos comida, golosinas y bebidas en exceso y que vayan a terminar en el basurero o afecten nuestra salud. Si preparamos un menú con cuidado y mucho pensamiento en lo que les gusta a quienes queremos, le estamos poniendo cariño al asunto y le damos un significado a lo que queremos compartir. Y, por supuesto, al participar de esta tarea, los niños aprenden y disfrutan.

Hacer los regalos: Si las personas con quienes queremos compartir son las más cercanas, seguro que sabrán valorar y apreciar un regalo preparado especialmente para ellas como galletas, tarjetas o camisas con estampados caseros. No creo que les importe cuánto dinero costó. Así, los niños aprecian el trabajo que cuesta hacer un regalo y es muy probable que valoren mejor a la hora de recibir.

No solo consumimos cuando compramos regalos: En estas fechas consumimos más energía eléctrica. Las luces o árboles navideños no tienen que estar encendidos todo el tiempo, mucho menos quedar encendidos por las noches o cuando salimos. Además de ahorrar, nos estamos protegiendo ante cualquier emergencia provocada por un cortocircuito.

Hablar con claridad sobre los gastos y compras: Si los niños saben qué cosas se pueden comprar y cuáles no, también están aprendiendo a administrar. No esperemos que sepan hacerlo por arte de magia cuando ya sean grandes si nunca han podido practicar desde pequeños. Dar el ejemplo es una de las mejores alternativas para lograrlo. Proyectos de alcancías en casa para regalos, juguetes, paseos o cualquier deseo que ellos tengan son muy útiles para este fin.

El consumo responsable nos ayuda a todos y al planeta. Es una actitud que se refleja o debería reflejarse en todo lo que hacemos, desde el agua con que lavamos los platos o nuestros dientes, pasando por la energía eléctrica que consumimos, los juguetes, la ropa, la comida que compramos y hasta los juguetes con los que jugamos. Nuestro aporte al mundo puede comenzar en casa, educando a nuestros hijos. Feliz época de paz y amor para todos.

 

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