©michael bish Aunque son ideas y conceptos trillados, quiero resaltar que el amor es la clave para la vida, para mejorar nuestras realidades, para construir y seguir de pie hasta el final de la existencia... incluso después, porque el amor también trasciende a la muerte. Y una de las maneras en las que se materializa el amor es cuando cuidamos a quienes amamos.

El amor es nutrición, es decir que tiene capacidad de nutrir, de procurar alimento a los demás. Y esto no es solo una metáfora, es también una realidad, porque el alimento que ponemos en la boca de nuestros hijos, de nuestra familia es también una manera de amarlos. De allí la urgencia a comprometernos con una alimentación sana, completa y variada, que fortalezca su salud, sus hábitos y su voluntad. Yendo más profundo: es incluso una manera de enseñarles a buscar y elegir siempre lo que sea mejor para ellos mismos, sus propias vidas y las de los demás.

Buscar y ofrecer alimentos que sean nutritivos, en las cantidades adecuadas y que provengan de entornos que también sean inclinados hacia la salud y el cuidado del medio ambiente es enseñarles a pensar en ellos y a cuidar lo que tienen. Y ese es justamente el truco: enseñarles. Enseñarles a elegir lo más nutritivo no es necesariamente ir a buscar en las góndolas de los supermercados o gastarse una fortuna (que la mayoría no tiene) en comidas totalmente orgánicas. A estas alturas quizás ya no hay alimentos inocuos en ningún lado del planeta y lo importante es aprender a elegir bien y a consumir moderadamente.

Algunas de las premisas importantes para no perder de vista el enfoque de cuidar cantidades y balancear alimentos: lo natural es siempre mejor que lo artificial o procesado; no se trata de limitarse, sino de ser inclusivos con lo que podamos: ser moderados con las cantidades. Comparto ideas para involucrarnos en familia con este propósito de amarnos, nutrirnos y cuidarnos.

Hacer un menú semanal de comidas para toda la familia que incluya no solo los tres tiempos fuertes, sino también refrigerios para casa, el colegio y el trabajo.
Incorporar en la rutina y agenda semanal el día de compras para esa lista y buscar las mejores opciones entre calidad y precios que se ajusten a nuestro presupuesto. Lo que no necesitamos o no podemos pagarlo, no lo compremos.

Preferir mercados locales y pequeños productores para el caso de verduras y frutas, porque estas siempre están a precios más accesibles en comparación con las grandes cadenas de supermercados, y fortalecemos a los pequeños productores.

Apegarse al menú y evitar en la medida de lo posible comprar comida fuera de casa. Eso eleva los costos y perjudica la salud. No se trata de ir contra la corriente, sino en convertir esa alternativa en la excepción, no en la regla.

Compartir