zoom La pandemia nos obligó a trabajar en casa. Con ello vinieron las reuniones virtuales, interminables peticiones por mensajería instantánea y turnos extendidos de trabajo sin horarios fijos.

Ahora todos compartimos una verdad: trabajar en casa nos deja más cansados, más estresados. Dicen los expertos que esto se debe a que nunca nos desconectamos.

Compartir los quehaceres del hogar, la atención de los hijos y la carga laboral es mucho estrés para nuestro cansado cerebro. La psicóloga Suzanne Degges-White, de la Universidad Northern Illinois, ha acuñado a este sentimiento el concepto de “Zoom anxiety”.

En una videollamada se conjugan muchos puntos de estrés como la cantidad de tiempo conectados, el horario de conexión, muchas veces a la hora de las comidas, sobre todo cuando hay que ajustarse a usos horarios de diversos países, una conexión inestable y el cuidado que hay que tener con el entorno, es decir, cuidado de no activar el micrófono o la cámara en situaciones personales o que al fondo de nuestra imagen se vean estampas de nuestra vida íntima.

El periódico El País habla del cansancio tecnocerebral por estar frente a la luz azul de las pantallas durante tanto tiempo. A esto debemos sumar el estrés causado por el confinamiento, el estar alejados de amigos y seres queridos, con el medio digital como único medio de comunicación que no logra llenar nuestra expectativa de compañía y un cálido abrazo.

Frente a la pantalla la forma de interacción cambia. Solemos ser efímeros, no queremos aportar mucho porque no queremos estar tanto tiempo conectados.

Viene la desesperación, la fatiga, y quedan tantos detalles al aire que hay que reunirse más veces, a diferencia de cuando lo hacíamos de forma presencial. 

Frente a un café o una comida se cerraban tratos, se organizaban agendas, se hacía la vida más productiva.

Además sumamos la carente comunicación no verbal. Nuestro cuerpo habla de muchas maneras. Ahora estamos alejados y nos vemos obligados a fijar nuestra mirada en los rostros, donde cualquier equívoco, cualquier desacierto será notado con más intensidad.

Todo esto aumenta el estrés. Por ello, al terminar una reunión por Zoom, Meet, WhatsApp o Facebook nos sentimos extenuados, como si hubiéramos tenido un día completo de trabajo en tan solo unas horas.

La realidad parece que no cambiará mientras el COVID no desaparezca de nuestras vidas. Estas plataformas son la única manera de que la vida laboral, la vida grupal y todo lo que tenga que ver con reuniones pueda continuar.

Aceptando esto con resignación, hay algunas cosas que podemos hacer para que estos momentos de reunión no afecten tanto nuestro estado de ánimo:

Prepara bien la agenda de la reunión de manera que sea corta pero fructífera.

Varias reuniones cortas son más efectivas que una sola muy larga.

Ten en cuenta un receso. A la mitad de la reunión da espacio para que los participantes tomen un descanso, vayan al baño, tomen un café o simplemente caminen por allí para descansar de la pantalla.

Respeta el horario: reuniones solo en horas laborales. Aunque podemos conectarnos a cualquier hora y en cualquier lugar, no abusemos.

Evita hacer reuniones inmediatas. Hacer una videollamada con alguien a quien no le has avisado es de mala educación. Organiza las reuniones por lo menos con tres días de anticipación.

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