Rector Mayor219 1 Mi querida Familia Salesiana, amigos y amigas de Don Bosco, y personas todas que puedan tener en sus manos el Boletín Salesiano: reciban mi cordial y afectuoso saludo como Rector Mayor.

Hoy estoy iniciando mi saludo de editorial, casi como si de una carta familiar se tratara, porque siento muy vivamente que he contar y recordar lo que el año pasado hemos vivido.

La celebración del año del bicentenario de nacimiento de Don Bosco se realizó felizmente el año recién pasado, siendo, en verdad, un verdadero año de gracia concedido por el Señor.

Tengo muy fresca la vivencia de mi encuentro con los 24 Salesianos de Don Bosco con quienes estuve en Valdocco, en el mes de octubre del 2015, saludándolos y despidiéndome de ellos, antes de que iniciaran la marcha hacia su lugar de destino misionero en los más diversos lugares del mundo. Lo hicieron también un grupo de Hijas de María Auxiliadora y algunos laicos. Esta fue la 146 expedición misionera, desde que Don Bosco enviara a sus primeros salesianos, y la alegría de estos jóvenes salesianos, y de nuestras hermanas y laicos, su deseo de ir al encuentro de quienes les esperan, para compartir vida, para dar su vida en el servicio a los demás, para hacer camino juntos, me conmueve y llena de gozo.

Y me hace pensar en este rasgo esencial de nuestra Familia Salesiana. Por fidelidad al carisma, somos una familia religiosa con vocación misionera. Don Bosco muy pronto preparó el envío de sus Salesianos e Hijas de María Auxiliadora. En el momento de su muerte en el año 1888, eran 154 los salesianos enviados a América (el 20% de toda la Congregación Salesiana de aquel momento); y el mismo Don Bosco llamaba a las puertas de tantos laicos para pedir que lo secundaran en el sostener la acción misionera; y Valdocco vibraba y hacia fiesta, se llenaba de emoción y de ganas de ir a acompañar a aquellos primeros misioneros, cada vez que llegaban noticias ‘frescas’ desde América.

Hoy el lenguaje, la mirada antropológica, cultural y teológica no es la misma que en tiempos de Don Bosco, pero sí lo ha de ser el carácter misionero de nuestra Familia. Si el Papa Francisco ha invitado a toda la iglesia universal a ser iglesia en salida, es decir iglesia que sale al encuentro, iglesia en misión, para nuestra Familia Salesiana esa petición es pura armonía en la concreción del carisma salesiano del que participamos todos los 30 grupos de nuestra Familia.

Como en los tiempos de Don Bosco, también en nuestra Familia, todas las ramas, con su singularidad específica carismática, dentro de la ‘casa común’, son llamadas a hacerse presentes en los cuatro puntos cardinales. Son muchas más las invitaciones que recibimos que las posibildades que tenemos para hacernos presentes por doquier. Sucede como en tiempos de Don Bosco. Pero hay una cosa, tenemos que empeñarnos para ser más como él: en suscitar esta pasión misionera que movió tantos corazones juveniles.

Dicen los expertos en sociología que la nuestra no es época de grandes relatos, dando a entender que las utopías del mundo han caído. Pues bien, soy de los que creo que las mismas hipótesis sociológicas encuentran su no realización en la medida en que hay personas individuales, instituciones y colectivos que creen, que creemos que algo puede ser diferente. Lo diferente, en el contexto que vengo narrando es esto para nuestra Familia: que un hermoso sueño, relato y fruto del Bicentenario sea una pasión misionera que crezca de manera sólida en los próximos años: religiosas, religiosos y laicos empeñados al unísono en hacer realidad la pasión misionera que el mismo Don Bosco vivió.

Que Don Bosco, en este año que comienza, siga intercediendo por todos ante el Señor.

Compartir