educar-como-DB-1 ¿Quién librará a los niños de imágenes de un Dios “fisgón”, juez terrible o Papá Noel? La mayoría escoge el silencio. En el pasado se decía que los temas tabú entre padres e hijos eran el sexo y Dios. Hoy ha quedado solo Dios.

 

Un niño estaba dibujando, y el maestro le dijo: -“Es un dibujo interesante, ¿Qué representa?”. – “Es un retrato de Dios”.- “Pero nadie sabe cómo es Dios”. –“Cuando haya terminado el dibujo, lo sabrán todos!”

 

Los niños saben cómo es Dios. ¿Cuánto tiempo empleamos en hacérselo olvidar? Los niños tienen derecho a la educación religiosa. Y la familia es la matriz de todos los significados espirituales de la existencia. En la familia aprenden los niños el “sabor” de conceptos y actitudes profundamente espirituales como acogida, escucha, perdón, consuelo, comunión, bendición, gratitud, entrega, sacrificio.

Los niños aprenden solo lo que viven

La frase “Mi hijo debe poder decidir más tarde, él solo, qué religión debe elegir” es un grave error desde el punto de vista psicológico evolutivo. Los niños participan en primer lugar de la lengua de los padres, de sus ritos y de todo lo que para ellos es importante. Participan de la comunicación de la vida cotidiana normal y se introducen en ella. Al leer por la noche con el niño una historia bíblica o decir una breve oración con él, los niños aprenden de modo muy sencillo a ser personas capaces de hablar de modo religioso. El afirmar que “mi hijo debe decidir, él solo, más tarde…” priva al niño de la oportunidad de desarrollar una gramática religiosa, a partir de la cual, más tarde, podrá realmente entender qué significa una opción religiosa. Un niño al que se le impide desarrollar la sensibilidad por la presencia de Dios, no estará nunca capacitado para escoger. Y, una vez más, otros habrán decidido por él.

 

También aquí vale el principio: los niños aprenden solo lo que viven. El aprendizaje religioso pasa por tres estadios. El primero, la observación y la imitación. Ciertamente, la imagen de Dios permanece, como totalidad, incomprensible e inasible para los hombres. Pero la influencia de los padres resulta decisiva para el nacimiento y desarrollo de la imagen infantil de Dios. La relación padres-hijo se transfiere ante todo a la relación con Dios. También la autoestima del niño y del adolescente repercute esencialmente en la relación con Dios.

 

Proponer una imagen positiva de Dios

Lo más importante para los padres es aclarar la propia imagen de Dios. Tenemos la responsabilidad de no engañar a nuestros hijos, revelándoles la imagen de un Dios enemigo de la vida y el amor. Los niños tienen la necesidad de una relación con Dios, no de una “ideología” sobre Dios.

 

Muchas veces los niños reciben imágenes deformes y fuertemente neuróticas de Dios: el Dios juez que castiga, el infame Dios de la muerte, el Dios contable y de la ley, el Dios que exige un alto rendimiento, el Dios que vende caros sus favores, etc.

 

Las imágenes positivas de Dios son diferentes: Dios que ha creado a cada hombre a su imagen y le da plenamente la vida; Dios que acompaña y protege la vida del hombre como “un buen pastor”; Dios que se ocupa de los hombres como un padre “materno”; Dios que sufre con el hombre y que lo lleva a la vida a través del sufrimiento y de la muerte. Dios mismo se ha manifestado a los hombres en su Hijo Jesucristo: la fe empieza en un encuentro personal con Él.

 

Acompañar la religiosidad

Pero la religiosidad se adquiere no solo basándose en un modelo, sino también a través de la enseñanza y el acompañamiento. Los niños tienen el derecho de saber y entender, de conocer la historia de Jesús, sus palabras, la reflexión y la tradición de la comunidad de los creyentes. Y después, de ser “iniciados” en una vida “con Dios dentro”.

 

La tercera vía importante para aprender religiosidad pasa por el reforzamiento que viene de la aprobación de los otros y la confirmación social. La seguridad interior necesaria y el auténtico conocimiento y comprensión del comportamiento religioso crecen, no sólo a través de los padres, sino también a través de la relación de los niños con la comunidad y con sus actividades.

 

Pero también las comunidades pueden engañar a los niños. Muchas funciones religiosas se celebran de modo que los padres y los niños no logran entender casi nada y se sienten a disgusto. El pensamiento que está detrás de ese modo de hacer es que los niños deben adaptarse a la función religiosa de los adultos. Aún hoy hay muchos “discípulos” que creen que los niños van a estorbar a Jesús que sigue repitiendo: “Dejen que los niños vengan a mí”.

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