Ser padre obliga a poner en movimiento lo mejor de sí mismo. Le pregunté: “¿Qué es un papá para ti?”. Respondió sin vacilar: “Un papá protege y hace mimos”. “¿Y una mamá?”. Tampoco esta vez demoró: “Una mamá es lo mismo, pero en femenino”.

“Queridos padres: cumplan su misión de padres, aunque no lo hagan en forma perfecta, aunque sea a medias...;no importa. No pierdan la increíble belleza de ayudar a crecer al niño que han traído al mundo”. Son las palabras de Barack Obama, expresidente de los Estados Unidos de América.

El confesó a sus hijas Malia y Sasha; “He sido un padre imperfecto, soy consciente de haber cometido muchos errores. He perdido la cuenta de todas las veces en que las exigencias de mi trabajo me han alejado de mis responsabilidades de padre”.

Cualquier hombre puede llegar a ser “padre”, pero se necesita una enorme carga de amor para llegar a ser un “papá” y, por cierto, no alcanzan nueve meses para formar un buen papá. Cuando se aprende alguna cosa nueva, ya sea pilotear un avión o jugar al golf, se comienza a partir de los errores y de ellos se aprende. Y ciertamente, aprender a pilotear un avión es mucho más fácil que aprender a ser un buen padre.

Es importante, también, la eliminación de toda máscara: el padre no debe ser necesariamente fuerte, decidido e infalible. Puede y debe expresar con sinceridad sus dudas y sus miedos, reconocer los errores, admitir que algunas veces se siente desorientado e inseguro, como todos los demás mortales. Esta desmitificación de la figura paterna seguramente pone en crisis a muchos adultos; pero, al mismo tiempo, da seguridad a los jóvenes: reconciliándolos con la experiencia ya vivida como hijos, puede generar en ellos una actitud valiente frente a todas las responsabilidades que implica la vida y ayudarlos a desear una futura paternidad, concebida y vivida como un elemento valioso y calificado en su propia historia de vida.

La mejor imagen para caracterizar la figura de un padre es la del ángel custodio. En la oración que conocemos, están sintetizados los deberes principales de un buen papá: “Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, guárdame, guíame, gobiérname, puesto que a ti me ha confiado la bondad divina. Amén”.

Ilumíname
Es significativa la expresión “dar a luz” para indicar el nacimiento. Expresión que vale para ambos padres. Pero, casi instintivamente, es el padre quien asume el deber de “guía”, de aquel que camina delante para indicar el camino en la jungla de la realidad. En su interior, sabe que no puede renunciar a esa tarea: también la madre espera que sea él quien tenga ideas claras sobre lo que se debe hacer, que tome las decisiones, que no titubee. Un grupo de padres cristianos de varias razas y orientaciones lo ha sintetizado así: “Basta de excusas: conviértete en aquel hombre que Dios te ha destinado a ser”. Ser padre obliga a poner en movimiento lo mejor de sí mismo. Ningún hombre podrá jamás comprender el significado de la vida y del mundo hasta que no tenga un hijo al que amar. Escuché una conversación entre dos amigos en el bar.

Uno dice: “Cuando era pequeño, de noche, mi padre me dejaba siempre la luz encendida sobre la mesita de noche”. El otro responde: “Mi padre era la luz”. Un buen padre es una persona “luminosa”.

Cuando Dios decidió crear al padre, comenzó con una estructura más bien alta y robusta. Entonces un ángel que estaba cercano le preguntó: “¿Pero qué clase de padre es este? Si sus hijos serán pequeños como un enanito de jardín, ¿por qué has hecho al padre tan grande? No podrá jugar a la pelota sin ponerse de rodillas, ni abrigar a su niño con una manta sin inclinarse, y mucho menos besarlo sin casi doblarse en dos”. Y Dios, sonriendo, respondió: “Es verdad, pero si lo hago pequeño como un niño, los niños no tendrán a nadie hacia quien alzar la mirada”.

Lo quiera o no, un padre siempre es un modelo, alguien a quien se mira como a un faro, que indica en la noche la ruta segura. Iluminar significa eliminar las zonas de la sombra, ser claros y transparentes, explicar el sentido de los acontecimientos y de la vida con honestidad y verdad, sin dar jamás falso testimonio.

Guárdame
Para el niño el padre es, sobre todo, el amoroso compañero de la madre. El lazo afectivo que une a los padres es para cualquier niño una base de inmenso valor, un punto de apoyo fundamental que garantiza una fuerte estabilidad emotiva y un gran sentido de seguridad. El padre es aquel que está cercano, ama, sostiene, ayuda, cuida. Es el que está presente, tiene en cuenta la fragilidad, comprende y perdona los errores. En un mundo como este, los hijos deben ser defendidos de los bombardeos de una sociedad que solo sabe destrozar, que es incapaz de proponer una identidad positiva, que reduce la felicidad al rápido consumo de cosas y personas.

Guíame
Un padre debe tener siempre el valor de “dar coraje”, o sea, “dar corazón” a sus hijos. Un padre enseña a resolver los problemas y, en los momentos difíciles, es como el muro para la hiedra, alguien en quien apoyarse; alguien que hace de sostén en la tarea de descubrir y realizar las propias cualidades; alguien que ayuda a hacer posibles los sueños; alguien que cree que es posible transformarse a sí mismo y al mundo. El deber del padre es el de “iniciar a la vida y, sobre todo, enseñar a los hijos a manejar las heridas y las pérdidas que ella trae consigo.

Gobiérname
Un padre está dotado de una autoridad natural y debe ejercerla de acuerdo con la madre. La familia tiene necesidad de un guía inteligente y activo, indispensable sobre todo para un sano desarrollo de los niños. Es terrible el vacío destructor que se genera cuando los padres evitan ejercer todo tipo de responsabilidad y de poder. Un padre debe aprender a gobernar enojos, miradas de desilusión, escenas y protestas filiales, acogiendo todo con afecto tranquilo, pero sin renunciar a su propia responsabilidad. Repitiendo a menudo la motivación fundamental de la “disciplina familiar: “Yo te amo, y por eso impediré con todas mis fuerzas que tú te equivoques”.

“Que te ha sido confiado...”Ser padre es una vocación, o sea: una misión que viene de lo alto. Es el máximo acto de confianza del Creador: “Te confío una vida, haz que llegue a ser la obra de arte que yo tengo en mi mente”.

 

 

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