Foto: Oscar Bennet Solamente aquellos padres que han pasado o que están pasando la temporada llamada “adolescencia” con un hijo/a, saben de lo espectacular de la misma. Muy pocos se lo ven venir, y la mayoría creen que su hijito/a cariñoso, amable, comunicativo, cercano, obediente, generoso... no se va a transformar, y que eso les pasa a otros. Hasta que un buen día, pasado aproximadamente el decimotercero cumpleaños, comienza a percibirse en la casa un clima sombrío, hostil, distante, de desplantes, de silencios amenazantes.


Coincide con que el hijo comienza a experimentar ciertos cambios físicos que lo hacen sentirse torpe y poco atractivo y que se traducen en mal humor. Se le ve cada vez menos feliz, más insolente, con cambios de humor repentinos e impredecibles. Por todo se queja, nada le gusta, y su presencia malhumorada llega a ensombrecer, a veces, la vida de toda la familia. !Animo! Bienvenidos a la nueva etapa por la que ha de atravesar irremediablemente su hijo. Estamos ante la adolescencia. Como me dijo un aventajado padre al terminar una de mis sesiones de Escuelas de Padres: “Lo mejor de todo es que esta etapa se termina”. Y así es, no hay que desalentarse, aproximadamente son cinco años, después toca a fin y se puede volver a vivir con cierta normalidad.

La adolescencia es una de las etapas mas complicadas de la vida. Es una época de profundos cambios físicos, inestabilidad emocional, inseguridad personal manifestada en una necesidad de constante afirmación por parte de los amigos. Etapa de rebeldía ante las normas, ante la autoridad, con alteraciones en las percepciones personales y del mundo exterior, surcada por gran confusión de sentimientos, descubrimiento de la sexualidad, concreción de la identidad sexual, de búsqueda de autoafirmación: “Yo soy” y de búsqueda de identidad personal: ¿Quién soy? Con todo lo que se les viene encima, ¿cómo no van a comportarse como se comportan?

Claves para entender al adolescente
Hay una clave-psico evolutiva que aclara con gran precisión los procesos psicológicos que se dan durante estos años. Paso a exponerla: “La adolescencia es un proceso en búsqueda de “ser” y, como tal, tiene un principio y un final, y durante este espacio-tiempo acontece “algo”. Este algo son dos crisis: de identidad y de autoafirmación.

Entiendo por crisis que se “rompe” o se “abandona” algo y “emerge algo” nuevo. Dejan de ser niños para ser “algo” todavía por definir y confirmar. Esto les crea mucha inseguridad personal y mucha necesidad de aceptación y de confirmación de que se les sigue queriendo tal cual son, especialmente por parte de los amigos (de ahí la necesidad de estar con ellos constantemente) y, en un segundo lugar, por parte de los padres. En esta etapa aún no saben quiénes son y qué pueden llegar a ser, pero sí tienen claro una cosa: que no son niños y, por lo tanto, no soportan que se les trate como tales. Todo lo que les suene a ser tratados como antes, es decir como niños, no lo pueden soportar. De ahí, muchas reacciones y desplantes ante las actuaciones de muchos padres que se empeñan en seguir tratándoles como los niños que habían sido.

La otra crisis, la de autoafirmación, es la crisis por la que el adolescente ejerce su necesidad evolutiva de manifestar su criterio, su opinión, sus gustos y ejecutar sus decisiones. Y esto, además, sin contar con las orientaciones de los padres y de los adultos en general, lo cual les lleva a frecuentes enfrentamientos.

Esta necesidad de afirmación genera también una búsqueda de autonomía, manifestada en querer decidir todo lo que afecta su vida, y una búsqueda de independencia, que les lleva a intentar ejecutar sus decisiones sin contar con nadie y menos con sus padres. Todo esto provoca un estilo de relación con los padres y con los que ejercen la autoridad sobre ellos, que les lleva a estar rebeldes, provocadores, irritables, autosuficientes, narcisistas, egocéntricos y escurridizos. Pero no por ello dejan de necesitar el cariño y el amor de los padres. Tal vez, por el grado de inseguridad personal y de incertidumbre ante el futuro, es cuando más necesitan de la cercanía y del afecto de los padres. Pero no se les puede ofrecer como se hacía antes, sino de otro modo. Necesitan que se les quiera, pero de otro modo, con otras manifestaciones que no les hagan sentirse niños. Esta es una de las grandes tareas que han de aprender los padres en esta etapa: tratar a sus hijos de otro modo.

¿Qué hacer con un adolescente en casa?

  1. Cargarse de paciencia y ánimo, sabiendo que esto se termina.
  2. Aprender a tratarlo de otro modo. Contando más con su opinión, respetando sus gustos, sus opiniones, por muy peregrinas que parezcan.
  3. Estar ahí !siempre! No abdicar en la función de padre/madre.
  4. Apreciar y valorar alguna de las cosas que a ellos les gusta, aunque no sea de su agrado
  5. Negociar en la mayoría de las situaciones
  6. No dejar de decirles lo que usted considera oportuno, pero no imponga su criterio en todas las ocasiones. Exponga, proponga, negocie y, en algunas ocasiones, tendrá que decir que esto es así y así se ha de mantener.
  7. Manifieste el cariño que le tiene, pero hágalo de un modo que no le haga sentirse niño.
  8. Si están ambos miembros de la pareja en casa, mantenerse unidos a la hora de poner criterios educativos.
  9. Favorecer su autonomía, dejándole que él estructure su vida personal, permitiendo que él decida y que en algunas ocasiones se equivoque, ayudándole a que asuma sus consecuencias.
  10. Favorecer su independencia, garantizándole su propio espacio físico y emocional, respetando sus capacidades de aislamiento, favoreciendo su intimidad y negociando sus propuestas.

No se desanime y no tire la toalla. Aunque sea una etapa difícil, su hijo ha de pasar por ella para hacerse adulto y adulto competente. !Ánimo!, una vez más.

 

 

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