Foto por: Oscar Bennett Este es uno de los temas que más preocupa a los padres. No es para menos, ya que conforme los hijos van haciéndose mayores, el influjo de los amigos es cada vez más importante, alcanzando máxima relevancia en la adolescencia.

Los amigos pueden favorecer el desarrollo armónico favoreciendo experiencias realmente importantes, pero pueden también provocar graves conflictos en la relación con los padres, e incluso llevarles a derroteros complicados.

Durante la infancia la relevancia de los amigos es menor. Los niños tienden espontáneamente a agruparse y expresan el deseo de jugar o de trabajar con otros sin grandes distinciones. Se relacionan como amigos, pero no lo son por elección, sino de manera espontánea, por cercanía o vecindad. En la preadolescencia, sin embargo, el grupo de iguales gana consistencia y estabilidad. Son los mismos los que juegan juntos casi siempre, con una preferencia clara por los compañeros del propio sexo, y un distanciamiento de los del sexo contrario. Se desarrolla una selección de los miembros del grupo y aparece la “banda”, fenómeno central de esta etapa.

Importancia de la banda

La banda se forma sin la intervención de ningún adulto y se estructura como una sociedad cerrada, con características propias que les hacen sentir diferentes al resto. Es como un refugio. Estando juntos se cuidan y protegen. De ahí, uno de los dramas más importantes en la vida social juvenil: el rechazo por parte del grupo o banda.

Sobre todo en la adolescencia, los amigos/as adquieren verdadera importancia “de Estado”; parece que sustituyen a la familia. Son fuente de autoestima y seguridad personal, de sentirse querido, aceptado, valorado... Es el lugar de socialización de aprendizaje de normas, de respeto por la estructura. Pertenecer a un grupo de amigos favorece el sentido de pertenencia a algo. Por esto se pasan horas y horas con los amigos, fuera y dentro de casa, siempre “conectados”. Por tener amigos son capaces de cambiar hábitos, conductas, creencias, formas de ver la vida. Son víctimas de la presión del grupo.

La banda se vive de diferente modo por chicos y chicas. Para ellos es un lugar de encuentro, su núcleo de pertenencia a un grupo, con un proyecto, unos horarios y actividades. No aceptan fácilmente la entrada de “nuevos” en el grupo y se rigen por normas y estructuras. Poseen detalles identificativos: marcas corporales (tatuajes), vestimenta, pinturas... Para ellas, en cambio, es lugar para “la fama”. Tener fama es el trampolín que les lanzará a “tener éxito con los chicos”. Tener fama entre ellas, las envuelve en un halo de admiración, envidia y sensación de ser inalcanzables. De ahí el temor y la continua amenaza de “no caer bien”. Las adolescentes suelen formar bandas, no tanto para salir de casa y alejarse de los padres, sino para confirmar que son dignas de admiración y valía fuera del hogar.


¿Como fomentar los buenos amigos?

Es la pregunta del millón: ¿Qué pueden hacer los padres para fomentar que los hijos tengan amigos cuya influencia sea positiva? Indico algunas claves:

  • Es importante desde pequeño: favorecer actividades que socialicen, que les hagan destacar, sentirse a gusto consigo mismos; fomentar la participación en actividades deportivas, creativas, musicales...; apuntarles a centros juveniles, asociaciones, clubes deportivos, según sus características.
  • También desde pequeños, favorecer el conocimiento de los amigos: que vengan a casa, que duerman o estudien o hagan algún trabajo en casa, y que ellos puedan ir también a casa de sus amigos. Es importante conocer a los padres de los amigos, hablar con ellos, ponerse de acuerdo en horarios u otras pautas. Y, ante todo, no hablarles mal de sus amigos.
  • Fomentar un estilo de vida abierto a los demás, favorecer buena autoestima, adquirir habilidad para la comunicación, la empatía. Evitar altas expectativas, el acaparamiento de los amigos.


¿Y si no gustan?

Es otra cuestión capital: si a los padres no les gustan los amigos/as que han elegido los hijos, ¿qué hacer?

  • No dejarse llevar por las apariencias: pero si se confirma que no son muy adecuados, no recordárselo frecuentemente. Cuanto menos les gusten a los padres más les gustarán a ellos. Cuanto más se opongan, más se empeorará la situación.
  • Favorecer su conocimiento: dejar que tengan en casa un espacio donde hablar con intimidad, escuchar música, ver una película... Si el adolescente está a gusto con su familia, no rechazará la invitación de traer a sus amigos a casa. No es necesario estar encima del grupo. de mantener una constante vigilancia, pero sí demostrar interés.
  • Si hay cambios llamativos en su vida hay que hacerles saber que esto se puede deber a la influencia de los amigos, sin que por ellos haya que obligarles a dejarlos. Y si se demuestra que el influjo es muy negativo, entonces se podría plantear el cambiar de amigos necesariamente. Pero estos son casos extremos.
  • No hay que olvidar que, si el bagaje educativo y moral que ha recibido en la familia es bueno, las “malas” compañías serán pasajeras.

    Se trata de un tema delicado. Pero si se cuida la relación de amistad, durará para toda la vida y será un lugar de apoyo muy importante para momentos difíciles que aparecerán en el devenir de la existencia. ¡Cuidemos a los amigos!

 

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