prostooleh freepik Habilidades para una educación saludable

Comenzar con un título tan sugerente como “padres con chispa” puede acarrearnos algún agobio pensando quizá que además de ingeniárnoslas para estar bien con uno mismo, con la pareja, con la familia nuclear, con la familia de origen propio y la del otro cónyuge, para educar bien a los hijos, para estar bien con los amigos, para pagar la hipoteca y llegar a fin de mes, para tener dinero para las vacaciones, para no deprimirse, para que los hijos estudien y obedezcan, para que no cierren la fábrica o la empresa, para leer, para formarse, para estar siempre sonriente, para... además debemos tener “chispa”.

Esto significa ver lo que cada uno puede hacer para echarle un poco de ingenio a la vida y un poco de alegría y de gracia a todo esto de ser padres, aunque no tengamos mucha “chispa”.

Voy a presentar un conjunto de habilidades que creo importantes para que los padres las puedan ir desarrollando para realizar su quehacer parental lo más saludable posible. Las agrupo en tres partes: habilidades personales, relacionales y estratégicas.

Habilidades personales
Respecto a las habilidades personales, me refiero simplemente a tres. En primer lugar, la buena estima de sí mismo. Es decir, la capacidad de estimarse, de quererse a sí mismo, de sentirse bien consigo mismo para poder conseguir las metas que se desean en la vida. La autoestima es lo que pienso y siento de mí mismo, no lo que los otros piensan o sienten sobre mí. Ser padre es una de las experiencias que más desgaste físico y emocional conlleva y por eso es necesario cuidarse, atenderse, quererse, para sentirse bien consigo mismo.

En segundo lugar, seguridad y confianza en sí mismo. Se trata de la confianza en las propias capacidades y habilidades, sin olvidar las dificultades. Significa también estar consciente de los límites personales. Un padre que confía en sí mismo es un padre abierto a sugerencias, que acepta otras opiniones y enfoques, sin dejar los suyos de inmediato.

Finalmente, en proceso de armonización personal. Esta habilidad apunta a procesos de crecimiento, en los que un padre o una madre no han de estar al margen. Un adulto ha de tender a ser una persona conocedora de su historia personal y familiar. Debe ser una persona reconciliada con su propia historia, con capacidad de perdonar y perdonarse, ajustada, armonizada, bien situada en su estructura personal, viviendo el presente, sin roles sacrificiales ni de victimismos.

Habilidades relacionales
La primera es la aceptación del hijo concreto. Los padres han de reconocer conscientemente al hijo real que “les ha tocado”, asumiendo que todos son diferentes entre sí. Los padres deben reconocer que la fantasía que se hicieron respecto a sus hijos en el momento del nacimiento y durante su crecimiento y desarrollo mientras van creciendo no se ajusta a las expectativas creadas, lo cual puede provocar una frustración.

La segunda es la capacidad de expresión del amor y los afectos. Los padres tienen que ser capaces de comunicar sentimientos, pensamientos, deseos, ilusiones, expectativas, decepciones..., con un lenguaje verbal, no verbal y físico. Un hijo ha de sentir la seguridad de que se le quiere y se le educa con claridad, es decir que el mensaje está claramente emitido e interpretado y que no cabe duda de lo que sus padres quieren decirle. Los hijos lo “perciben” todo, hasta los gestos más insignificantes.

La tercera habilidad relacional es educar con el ejemplo. Implica coherencia entre lo que decimos y hacemos, y esto nos da prestigio. Somos modelo para los hijos, ellos nos imitan. Durante la infancia consideran que lo que decimos o hacemos es lo mejor y lo único válido, por lo que es importante la coherencia en hábitos de vida saludable y la correspondencia entre lenguaje verbal, gestual y físico.

Finalmente, capacidad de elogiar, reconocer y reforzar. Los padres han de ser capaces de transmitir a los hijos que ellos les importan, que les gustan cosas suyas, que se interesan por sus vidas, sus ilusiones, sus proyectos y lo que hacen. Es importante para los hijos que un padre o una madre sepa transmitir que no se siente decepcionado si alguna vez falla. Por eso, es importante hacer saber al hijo que es importante, reconocer sus progresos, no utilizar descalificaciones ni prohibiciones frecuentes, intentar que no haya reproches cotidianos y, en lo posible, evitar las generalizaciones en el lenguaje.

Habilidades estratégicas
Estas habilidades están encaminadas a educar a los hijos en el logro de objetivos y metas.

Capacidad para poner normas y límites
Las normas y los límites son necesarios para la educación de los hijos. Son marcas orientadoras que indican el camino. Un niño, un adolescente e incluso un joven, no saben prever su futuro, no saben calcular el ritmo, el esfuerzo, los límites del camino que tienen que transitar para hacerse adultos. Por eso necesitan estas marcas que les orientan e indican el sendero saludable. La mayoría pueden ser flexibles y negociadas, pero también existen normas que están fuera de negociación. Con el paso de los años, hay que negociar cada vez más y hay que adaptarlas a cada hijo.

Capacidad de escucha activa
Se trata de escuchar a los hijos de un modo activo, con todos los sentidos activados y con la mente y el corazón dispuestos a la escucha. Implica dar señales verbales y no verbales de escucha, comunicar interés por lo que dicen, no interrumpir su discurso, evitar “adivinar lo que el hijo pretende decir. Al mismo tiempo favorece la identificación de sentimientos y emociones en los hijos, conlleva establecer empatía y comprensión, evitar juicios o soluciones prematuras y no interrogar constantemente.

Capacidad para dedicarles tiempo
Es un tiempo de “exclusividad”, es decir, tiempo de estar solo y exclusivamente con cada hijo. Para ello hay que saber “dejar o aplazar” otras actividades y aprender a “perder tiempo” con ellos. Es un tiempo, no necesariamente extenso, sin estrés y sin dar lecciones, sin sermones, sin llenarles de preguntas, compartiendo lo vivido durante el día o la semana.

Fomentar la responsabilidad
Responsabilidad viene de responder. Enseñar responsabilidad es enseñar a “responder de...” y concretamente a responder de sus cosas y de sus decisiones. La mayoría de los hijos intentan, ante las responsabilidades, encontrar a “alguien bueno” o “semi-tonto” que se ablande, se enternezca y haga o les ayude a hacer lo que deberían hacer ellos solitos. Y para esto despliegan todas sus artimañas afectivas y manipuladoras. Por eso, para iniciar el aprendizaje en la responsabilidad, hay que comenzar por “cosas suyas”: su ropa, su cama, sus camisas, sus libros, materiales de trabajo en la escuela, su almuerzo... Si se les olvida o no lo hacen... Nadie lo hará por ellos.

Capacidad de solución de conflictos
Los conflictos hay que solucionarlos a tiempo. No es sano aplazarlos sin darles solución. Hay que identificar el problema, buscar estrategias de solución entre los padres y los hijos, proponer una alternativa concreta, ejecutarla, esperar los resultados y evaluarlos después. No siempre a la primera se solucionan los conflictos, hay que tener capacidad de “saber esperar”.

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