Un seguidor de Cristo es crucificado igual que el

A Pablo la cruz de Jesús no le sirvió solo para hacer piadosas meditaciones acerca del sacrificio de Jesús. Lo llevó a una seria determinación.

También él tenía que “ser crucificado” para poder parecerse en algo a Jesús. Un seguidor de Cristo debía seguirlo necesariamente con su cruz al hombro. De aquí vino la excepcional determinación al afirmar: “Estoy crucificado juntamente con Cristo; ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mí” (Gal 2, 20).

De esta manera Pablo expresó lo esencial del cristiano: que nuestro yo egoísta ya no mande en nuestra vida; que sea Jesús mismo el Señor de nuestra vida. Para llegar a eso, primero hay que dejarse crucificar. Nosotros mismos no podemos crucificarnos. Nos debemos dejar crucificar por las tribulaciones, que se nos vienen encima cuando comenzamos a ser cristianos auténticos y no sólo cristianos culturales, de nombre.

Cuando eso sucede, entonces el cristiano puede decir como Pablo: “El que está en Cristo es nueva criatura, lo viejo ya pasó, ahora todo es nuevo” (2Cor 5, 17). Eso mismo fue lo que Pablo experimentó cuando determinó seguir a Jesús radicalmente. Experimentó que el “hombre viejo”, su hombre carnal, ya no era el que mandaba en su vida. Ahora, era “el hombre espiritual” el que le había entregado a Jesús las riendas de su vida. La expresión “en Cristo” se repite mucho en los escritos de Pablo. “En Cristo” significa para él estar crucificado con Cristo; que ya no predomine nuestro yo, sino que Jesús sea el Señor de nuestra vida.

Dice Pablo: “A los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo” (Rom 8,29). Ser cristiano, según san Pablo, es parecerse a Jesús, proyectar la imagen de Jesús en la manera de vivir. A los cristianos Pablo les decía: “Ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones” (2 Cor 3, 3). Un auténtico cristiano es una pequeña Biblia en la que los alejados y los cercanos pueden descubrir la imagen de Jesús. De algunos santos la gente decía: “Se parece a Jesús”. Lo que querían dar a entender era que en ellos descubrían la imagen de Jesús. Porque estaban configurados con Jesús.

Para Pablo su encuentro personal con Jesús había sido el hallazgo de un tesoro escondido. Sin dudarlo confesaba: “Todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él” (Fil 3, 8-9). Pablo añade: “Ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre” (Fil 2,10-11).

Cuando Pablo había alcanzado estas alturas místicas, de ninguna manera se durmió sobre sus laureles. La carrera todavía continuaba, consciente de que la tentación siempre está acechando a la vera del camino. A pesar de las muchas visiones y revelaciones, que había tenido, de sus múltiples carismas para servir a la comunidad, Pablo decía: “Golpeo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que después de haberle predicado a otros, quede yo descalificado” (1Cor 9,27). Hasta el último momento de su vida Pablo va a vivir como un asceta. Pablo era el que siempre llevaba puesta toda la “armadura de Dios”, pues comentaba: “Nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas” (Ef 6,12).

Razón tuvo la tradición popular en comentar que, cuando le cortaron la cabeza, esta dio tres rebotes y que en cada uno exclamó: “Jesús”. La leyenda tiene su fundamento en la vida misma de Pablo. Todos lo habían conocido como el gran enamorado del su Señor Jesusucristo.

 

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