Foto por: James Group El comentarista de la Biblia, José Bover, al examinar el Magníficat, encuentra que este himno es un mosaico de frases del Antiguo Testamento: frases de Moisés, de los Salmos, de los profetas, de los Libros Históricos.



Esto patentiza que la Virgen María había archivado en su corazón lo que había aprendido en su familia acerca de la Escritura. Lo que había escuchado los sábados en la sinagoga. En aquel momento de gozo, cuando se encontró con su prima Isabel, que le confirmaba las profecías del arcángel Gabriel, a María se le salieron del corazón todas aquellas frases bíblicas que ella había ido depositando ello profundo de su alma.

Previamente preparada
A la Virgen María el Señor la preparó con abundancia de Palabra de Dios para que fuera la TIENDA en la que la Palabra de Dios hiciera su morada, al encarnarse. Por medio del arcángel Gabriel, en la anunciación, le comunicó que se le había encomendado la misión de ser la madre virginal del Hijo de Dios. Todo se realizaría por medio del Espíritu Santo. Por eso la llama “llena de gracia”. Por cierto, que María no comprendió en su totalidad, la explicación del ángel con respecto a todo el misterio de la Encarnación de la Palabra en su seno. Pero ella se fiaba de Dios, y por eso dijo que la consideraran como “esclava” de Dios. Su respuesta fue: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

Por medio de José le llegó a María más Palabra de Dios. En un sueño visión, Dios calmó a José en su desconcierto con respecto al embarazo de María. Le dijo que el hijo de María había sido gestado por el Espíritu Santo. Que el nombre del niño sería JESUS, porque su misión era salvar a los hombres de sus pecados. Todo esto lo compartió José con su esposa. Así, Dios había preparado a la Virgen María, para ser la Tienda en la que pondría su morada la Palabra de Dios encarnada.

Cuando nació Jesús, nuevamente, circundó de Palabra de Dios a María para fortalecerla en su fe y en su misión. Por medio de unos sencillos pastores, Dios le recordó que su hijo sería el SALVADOR de los hombres, el Mesías. Los pastores le relataron que un ángel les había dicho: “Hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador” (Lc 2, 11).

Por medio de los Magos de oriente, le reveló el Señor a María que un signo luminoso había anunciado a su Hijo; que las Escrituras habían anticipado que nacería en Belén, y que era Dios; por eso los Magos se postraban para “adorarlo”. Por medio del anciano Simeón, Dios comunicó a María que su Hijo sería “Signo de contradicción”, y que una “espada de dolor le atravesaría el corazón” a ella, por ser la madre del Hijo de Dios. María, en este momento, habrá recordado lo que el profeta Isaías había anticipado: su niño Jesús venía para ser un SIERVO SUFRIENTE; cargaría con los pecados del mundo. Comprendió también la Virgen María que por ser ella su principal cooperadora, le tocaría estar más cerca de los dolores de su Hijo.

Por medio de esta abundante Palabra de Dios, la Virgen María fue preparada para cumplir la misión especialísima que en la historia de la salvación Dios le había asignado.


La que más escuchó la Palabra
Los evangelistas, que conocieron a Jesús, y los apóstoles, que escribieron en el Nuevo Testamento solamente escucharon a Jesús durante tres años de su evangelización. La Virgen María estuvo durante treinta y tres años como fiel oyente de la Palabra de Jesús. Ella escuchó los primeros balbuceos de su Niño. Ella le enseñó a hablar a la Palabra de Dios. Ella le enseñó, como toda madre, las primeras palabras, oraciones y las primeras frases de la Escritura.

María, pronto, de maestra comenzó a convertirse en alumna de su Hijo. A los doce años el joven Jesús, por inspiración de Dios, se quedó en el Templo sin avisar a sus padres. Durante tres días lo buscaron con angustia. Cuando María le preguntó por qué había hecho eso, Jesús simplemente respondió: “¿Por qué me buscaban: no sabían que debo estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2, 49). Desde este momento, María, se dio cuenta que su misterioso Emmanuel, Dios con nosotros, tenía algo enigmático que enseñarle. Ahora le tocaba aprender a ella, que no salía de su asombro al oír cómo su adolescente Jesús platicaba acerca de la Escritura con los doctores de la Ley.

El Evangelio retrata a una de las hermanas de Lázaro, María, que se sienta a los pies de Jesús para no perder ni una palabra del Maestro. Jesús la alabó; afirmó que había escogido “la mejor parte”. Ciertamente la Virgen María no se perdía “la mejor parte” cuando Jesús no hablaba de problemas de carpintería, sino de las cosas de su Padre. Los apóstoles fueron evangelizados durante tres años. María vivió recibiendo la Evangelización de parte de la Palabra de Dios que vivía en su misma casa.

Una mujer del pueblo quiso alabar a la Madre del Señor, y le dijo a Jesús: “Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te alimentaron” Jesús respondió: “Bienaventurado más bien el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica”(Lc, 11,28). Aquí Jesús nos estaba dando un retrato de cuerpo entero de su Madre. María es la que más escuchó la Palabra y la que mejor la vivió. Es por eso el modelo de lo que debe ser un auténtico discípulo del Señor.

 

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