med1Varias veces he experimentado lo siguiente: en un grupo de personas, he invitado a varias personas para que hagan una oración. Casi todos, inician la oración diciendo: “Señor, te pido...”, “Señor, te pido...”, “Señor, te pido...”. Para muchos, la oración es sinónimo de “pedir” cosas a Dios.  Se olvidan de darle gracias, de bendecirlo, de alabarlo. Para muchas personas la oración de alabanza es casi desconocida. En su oración normal abundan los “Te pido...” y no aparecen los “Te alabo...”. Cuando acudimos a Dios sólo para pedirle cosas, demostramos que, propiamente, no lo amamos, sino que lo buscamos únicamente porque queremos la solución de nuestros problemas.

 

La oración de alabanza ha sido llamada “la oración perfecta” porque la persona que de corazón alaba a Dios, propiamente se olvida de sí misma para centrar su atención en la bondad y la grandeza de Dios; porque su objetivo en la oración no es obtener favores de Dios, sino expresarle su agradecimiento, su admiración. Algo que no se olvida con mucha frecuencia: la alabanza es una “orden” expresa de Dios. No es un consejo piadoso. No es una recomendación. Dice Pablo: “Den gracias a Dios en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús” (1 Ts 5, 18). Es una orden  del Señor. Algo que le agrada. Algo que debe brotar espontáneamente del corazón agradecido.

meditacion-2A muchas personas no les resulta fácil la oración de alabanza; la emplean alguna vez, pero sin gozo, rutinariamente. Analicemos algunos obstáculos que pueden impedirnos gozar de la oración de alabanza, que tanto le agrada a Dios y que reporta múltiples bendiciones.

Falso concepto de Dios

La alabanza es una oración jubilosa por medio de la cual le queremos manifestar a Dios nuestro gozoso agradecimiento. Es por eso de suma importancia preguntarnos qué imagen de Dios tenemos en nuestra mente y corazón. Son muchos los que tienen una imagen deformada de Dios. Les han presentado un Dios lejano y duro, un Dios detective, que se fija más en los errores que en sus virtudes. Muchos, en el fondo de subconsciencia, tienen resentimiento contra Dios por cosas negativas que les han sucedido en su vida. Le echan la culpa a Dios por sus calamidades, como que fuera un Dios injusto. Una imagen así de Dios no invita a la alabanza, más bien inclina a un rechazo de Dios o a una oración ritualista, que, propiamente, no es oración, sino un simulacro de oración.

meditacion-1Con frecuencia, muy subconscientemente, cuando acudimos a la oración, lo que estamos  buscando, en primer lugar,  es la solución de de algún problema, y no la gloria de Dios. Esto indica que, propiamente, no amamos a Dios, sino que nos amamos a nosotros mismos. Es por eso que la oración de alabanza no abunda en la vida de muchas personas.

Jesús curó a diez leprosos, que acudieron presurosos a él.  Solamente uno volvió para darle gracias.  Jesús con tristeza preguntó; ¿Dónde están los otros nueve? ¿Solo este extranjero ha vuelto para alabar a Dios? (Lc 17, 18). La proporción de nueve contra uno es muy desconcertante.  Los leprosos acudieron presurosos para pedirle al Señor que los curara; pero solo uno regresó para dar gracias a Jesús, para alabarlo. Este es un defecto muy común en nuestras comunidades. Hay prisa para pedir, pero mucho descuido para alabar, para agradecer a Dios.  La oración de alabanza no es la que predomina en la oración de una gran mayoría en nuestras comunidades.

Meditacion-1En la Biblia hay varias indicaciones de cómo dejarse moldear por el Espíritu Santo para que pueda hacer brotar en nosotros el fruto del Espíritu: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”(Gal 5,22). Nos vamos a referir a tres indicaciones que la Biblia expone para no obstaculizar la obra del Espíritu y permanecer unidos a Jesús para que se manifieste en nosotros, el fruto del Espíritu Santo.

 

1. No estorbar la obra del Espíritu

Hay varias expresiones en la Biblia que señalan en qué forma podemos bloquear en nosotros la obra del Espíritu Santo. San Pablo recomienda: “No entristezcan al Espíritu Santo” (Ef 4, 30), “No apaguen el fuego del Espíritu Santo” (1Ts 5, 19). Entristecer al Espíritu es hacer algo que impide su obra de santificación en nosotros. En el contexto bíblico se entristece al Espíritu cuando hay odio, rencor, rebeldía, malas palabras, falta de oración. El Espíritu Santo es fuego que purifica e ilumina. Cuando hay pecado, cuando no se obedece la Palabra, cuando se desprecian las inspiraciones del Espíritu, se está “sofocando” el fuego del Espíritu. Este es el verbo que emplea el original griego. Se impide que el fuego del Espíritu nos purifique, nos ilumine, nos llene de gozo.

 

San Pedro le dijo a Ananías: “Has mentido al Espíritu Santo” (Hch 5, 3). Ananías y su esposa Safira intentaban aparentar santidad ante la comunidad mientras llevaban en sus corazones un gran pecado. “Mentir al Espíritu Santo” es engañarse e intentar engañar a los demás aparentando santidad, cuando el corazón no está lleno del Espíritu, sino de pecado. San Esteban echaba en cara a los dirigentes religiosos del pueblo judío que sus padres siempre habían “resistido al Espíritu Santo” (Hch 7, 51). Esta expresión indica claramente que podemos bloquear en nosotros la obra del Espíritu. Por eso, un primer paso para favorecer que aparezca en nosotros el fruto del Espíritu es evitar todo lo que pueda “entristecer al Espíritu Santo”, “apagar su fuego”. Todo lo que sea “mentir al Espíritu” o “resistir” a su dulce influencia.

 

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Una de las afirmaciones más extraordinarias de Juan en su Evangelio es cuando escribe: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como su Hijo único, lleno de gracia y de verdad”.(Jn l,l4). Aquí se encuentra sintetizado el misterio de la “encarnación “ de la Palabra de Dios. 

Dios, por medio de Jesús se humaniza. Viene a poner su morada entre nosotros. En el Antiguo Testamento Dios se manifestaba de manera especial en el Tabernáculo, especie de capilla portátil a través del desierto. En el Nuevo Testamento, Jesús es el nuevo Tabernáculo. En él se manifiesta Dios. San Pablo lo captó bellamente, cuando afirmó que Jesús es “la imagen visible del Dios invisible “(Col l,l5). Desde el momento en que la Palabra se “ha hecho carne “, se ha humanizado, ya podemos saber quién es Dios y cómo es Dios. Ver a Jesús, en el Evangelio, es saber quién es Dios. Cómo ama, cómo perdona, cómo sana, cómo salva, cómo llena de vida abundante.

meditacion-1En la auténtica oración de alabanza no se pretende conseguir nada de Dios. Se le alaba porque el corazón, lleno de fe, siente la necesidad de expresarle su amor, su agradecimiento, su confianza. 

 

La persona que se sumerge en la oración de alabanza centra su atención, no en sus problemas, sino en la bondad, en la grandeza de Dios. La persona que alaba a Dios, casi sin darse cuenta, está abriendo de par en par su corazón para recibir las mejores bendiciones de Dios. La oración de alabanza nació, es Israel, en medio de la batalla. Cuando los guerreros se encontraban nerviosos, ya formados para iniciar la batalla, comenzaban a gritar pregonando la grandeza de Dios, su poder, sus maravillas. Esto les infundía coraje. Al mismo tiempo, tenía un efecto negativo en los enemigos, que se sentían amedrentados ante el optimismo del ejército que se venía contra ellos. Antes de tomar la ciudad de Jericó, el Señor les indicó a los israelitas que debían dar varias vueltas alrededor de la ciudad durante seis días. El último día, todos debían gritar al mismo tiempo. Así lo hicieron los del pueblo de Israel. Adelante iban los sacerdotes con las trompetas de clamoreo, llevando el Arca de la Alianza, símbolo de la presencia de Dios entre el pueblo. El séptimo día, todos gritaron al mismo tiempo. Dice la Biblia que cayeron los muros de Jericó (Jos 6, 20). La oración de alabanza antes de iniciar la batalla no era una súplica miedosa, sino un grito enardecido en que se proclamaba la infaltable presencia de Dios en medio de su pueblo. Era una oración de confianza total en el Dios que no falla.

lafeDice san Pedro: “La fe tiene que ser probada” (1Pe 1,7). Pedro pone una comparación. Así como el oro es puesto en el crisol a altas temperaturas para que suelte la escoria, así la fe tiene que ser puesta en el crisol de la prueba para que se evidencie si es verdadera fe o apariencia de fe.

 

sus apóstoles, el Señor les ponía pruebas de fe. Un día, cuando se habían alejado de los poblados, el Señor les pregunta a los apóstoles qué se puede hacer para darles de comer a todos aquellos que lo seguían: unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. San Juan, expresamente, dice que el Señor les estaba poniendo una prueba.