Etica-1 Comencemos recordando que el matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas. Ha sido fundado por el Creador, que lo ha dotado de una naturaleza propia, propiedades esenciales y finalidades. No está en nosotros poderlo cambiar.

Según el libro del Génesis, son tres los datos fundamentales del designio del Creador sobre el matrimonio.


1- El hombre, imagen de Dios, ha sido creado «varón y mujer» 
(Gn 1, 27).

2- «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán una sola carne» (Gn 2, 24).

3- «Sean fecundos y multiplíquense» (Gn 1, 28).

En el designio del Creador, la complementariedad de los sexos y la fecundidad pertenecen a la naturaleza misma de la institución matrimonial.

En cambio las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural ya que cierran el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad sexual. Son dos cosas muy distintas.

La Sagrada Escritura atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Sin embargo distinguimos entre actos homosexuales y tendencias homosexuales. El acto es un desorden moral, la tendencia no lo es. Por eso, el acto se rechaza, pero los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. No somos homofóbicos.

Algunos objetan: ¿cómo puede contrariar al bien común la ley de uniones homosexuales que se limita a hacer legal una realidad de hecho que no implica una injusticia hacia nadie? En este sentido es necesario reflexionar en la diferencia que existe entre comportamiento homosexual como fenómeno privado y el mismo como comportamiento público, legalmente previsto, aprobado y convertido en una de las instituciones del ordenamiento jurídico. La aprobación legal de uniones homosexuales es injusta.

No es correcto tratar igual lo que es desigual. Es injusto. Y la diferencia entre matrimonio y uniones homosexuales es enorme. En realidad son cosas completamente distintas.

En las uniones homosexuales están completamente ausentes los elementos biológicos del matrimonio y de la familia. Las uniones homosexuales no están en condiciones de asegurar la procreación y la supervivencia de la especie humana. 

La ausencia de la bipolaridad sexual crea obstáculos al desarrollo normal de los niños eventualmente integrados en esas uniones.

El reconocimiento legal de las uniones homosexuales implica la destrucción del concepto de matrimonio cuya referencia a la heterosexualidad y a la procreación es esencial. Por eso decimos que el reconocimiento legal de las uniones homosexuales es una amenaza para el matrimonio.

El respeto hacia las personas homosexuales no puede llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales.

La Iglesia trata a nuestros hermanos homosexuales con respeto, dignidad y amor, pero afirma categóricamente que el matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer en una duradera y amorosa unión que está abierta a los hijos.

Esta definición no puede cambiar, a pesar de que nuestras creencias sobre la naturaleza del matrimonio sean ridiculizadas continuamente.

Recientemente el Estado de Carolina del Norte votó a favor de incluir en su Constitución una enmienda que define el matrimonio como la unión exclusiva entre un hombre y una mujer. Se trata del Estado número 31 de Norteamérica que aprueba una declaración constitucional que pone veto a los matrimonios entre personas del mismo sexo. Así, en los 32 referendos sobre el matrimonio gay, el ganador ha sido el matrimonio natural: venció en los 32. Lawrence Jacobs, director ejecutivo del Congreso Mundial de las Familias, precisa: “el matrimonio gay gana donde no se vota el tema. Más aún, a menudo la gente en las encuestas dice estar a favor del matrimonio del mismo sexo, pero luego, cuando vota, gana el matrimonio natural”.

Hoy, de 192 países representados en la ONU, solamente doce reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo.

No es necesario tener fe religiosa para ver que el matrimonio es una relación única entre un hombre y una mujer. Ésta hace posible la realización de los dos fines del matrimonio: el amor mutuo entre esposos y la procreación de los hijos. Ninguna otra relación humana puede adjudicarse este propósito ni cumplirlo. El matrimonio, repitámoslo, no es una unión cualquiera entre personas humanas.

El matrimonio de un hombre y una mujer hace una contribución única a la sociedad. Del matrimonio emanan las siguientes generaciones de ciudadanos, al proporcionar las mejores condiciones para engendrar, criar y educar a los hijos. Esta benemérita función social no la realizan otras relaciones o uniones entre personas en un sentido completo como lo hace el matrimonio.

El matrimonio heterosexual es el único lugar digno para la procreación humana. Por eso es completamente equivocado e injusto equiparar las uniones homosexuales con el matrimonio. Constituye un irrespeto al matrimonio y a la familia.

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