vitro Ciertamente no se pueden ignorar las legítimas aspiraciones de los esposos estériles. Para algunos, el recurso a la fecundación in vitro representa el único medio para obtener un hijo sinceramente deseado.

 

Pero esta buena intención no es suficiente para valorar positivamente la fecundación in vitro. ¿Por qué?

 

1.- Pues porque las circunstancias en que es realizada implican la destrucción de seres humanos. En efecto, se recogen varios óvulos de la mujer, se fertilizan y después se cultivan en un laboratorio durante algunos días. Habitualmente no se transfieren todos a las vías genitales de la mujer. Algunos se destruyen o se congelan. Y varios de los embriones ya implantados a veces se sacrifican por diversas razones. No se trata de prohibir por prohibir. Destruir embriones significa destruir seres humanos porque la vida humana comienza con la concepción.

 

2.- Además, en esta forma de fecundación se realiza una separación indebida entre la fecundación humana y el acto conyugal. Así como todo acto conyugal debe estar abierto a la procreación, así también toda procreación humana debe ser fruto de un acto conyugal. ¿Por qué? Porque así lo exige la alta dignidad de la persona humana: Ni acto conyugal cerrado a la fecundidad, ni concepción humana sin acto conyugal.

La concepción in vitro es el resultado de una acción técnica; no es obtenida como fruto de la unión conyugal en la que los esposos se hacen cooperadores con Dios para donar la vida a una nueva persona. Recordemos que Dios crea directamente el alma cada vez que un ser humano es concebido. Se trata, pues, de un acto divino y no de simple reproducción.

 

El acto conyugal es el único lugar digno de la procreación humana. Todo niño que llega al mundo, independientemente de las circunstancias que rodean su concepción, deberá siempre ser acogido como un don viviente de la bondad divina y deberá ser educado con amor. Porque el hecho de no ser concebido a través del acto conyugal nada le quita a su dignidad, ya que esta dignidad viene de Dios. Lo que ocurre es que no se está respetando uno de sus principales derechos, derivado precisamente de su alta dignidad. 

 

El niño tiene derecho a ser fruto del abrazo amoroso de sus padres.

Cuando la técnica sirve para facilitar el acto conyugal, dicha técnica puede ser moralmente aceptada. Cuando, por el contrario, la intervención técnica sustituye al acto conyugal, dicha intervención técnica es moralmente ilícita.

 

La masturbación, mediante la que normalmente se consigue el esperma, constituye otra acción incorrecta. Porque sólo la relación conyugal realiza el sentido íntegro de la mutua donación y de la procreación humana en un contexto de amor verdadero. Así el niño sabrá que ha sido fruto del abrazo amoroso de sus padres y no un producto de la técnica.

 

El médico está al servicio de la persona y de la procreación humana: no le corresponde la facultad de disponer o decidir sobre la procreación. El acto médico es respetuoso de la dignidad de las personas cuando se dirige a ayudar al acto conyugal, ya sea para facilitar su realización, ya sea para que el acto normalmente realizado consiga su fin.

 

Sucede a veces, por el contrario, que la intervención médica sustituye técnicamente al acto conyugal para obtener una procreación que no es fruto del acto conyugal: en este caso el acto médico no está al servicio de la unión conyugal, sino que se apropia de la función procreadora y contradice los derechos inalienables de quien ha de nacer.

 

El sufrimiento de los esposos que no pueden tener hijos es una aflicción que todos debemos comprender. Sin embargo, el matrimonio no confiere a los cónyuges el derecho a tener un hijo.

 

El hijo no es algo que se puede exigir, y no puede ser considerado como objeto de propiedad: es más bien un regalo. El hijo tiene derecho, eso sí, a ser fruto del acto de amor conyugal de sus padres.

 

A los esposos que no pueden tener hijos se les aconseja la adopción. Así como hay esposos que desean un niño y no lo tienen, así hay niños que necesitan unos padres y no los tienen.

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