Misión salesiana en Guatemala: 75 años - BSCAM La celebración de una fecha grande como esta tiene dos vertientes. Se mira hacia atrás para lograr una visión global del trayecto realizado. Se mira hacia adelante para intuir nuevos caminos en consonancia con la trayectoria realizada.

Los Salesianos llegaron a San Pedro Carchá, en Guatemala, hace 75 años. La iglesia local les asignaba una tarea pastoral exigente: población numerosa y dispersa en un territorio poco accesible, pobreza extrema, lengua y cultura indígena, vivencia católica rudimentaria. En suma, una tarea de titanes para un exiguo grupo de misioneros que ya habían dejado atrás su juventud.


En ese trayecto de 75 años hay un punto de inflexión en la aventura misionera salesiana: el Concilio Vaticano II y su redefinición profunda de la pastoral. Los nuevos Salesianos misioneros captaron al vuelo las líneas de fuerza de la propuesta conciliar: iglesia cercana a la gente, prioridad a la Palabra de Dios, protagonismo de los laicos, evangelización y promoción humana como dos caras de una moneda.

Así surgió el maravilloso fenómeno de los catequistas, quienes desde su sencillez asumieron un rol de primera categoría en la revitalización de las comunidades cristianas. De algunas decenas se pasó a centenares y pocos años después a millares. Es la columna vertebral de una iglesia autóctona que madura con seriedad.

El Sistema Preventivo de Don Bosco definió el estilo pastoral de esta joven misión salesiana: amor a la población indígena (“es preciso que se sientan amados”), razón (los cursillos para catequistas se multiplicaron como el maná), religión (celebraciones religiosas en lengua propia: toda una novedad). Los jóvenes entraron por la puerta grande en la comunidad cristiana.
La música y el canto religioso prendieron como fuego en cañaveral. Fue el mismo fenómeno que se dio con la Palabra de Dios servida en lengua propia. Los indígenas comprendieron pronto que el producto no era importado, sino algo que respondía a sus aspiraciones vitales.

Y se fue desencadenando el proceso de la promoción humana, como reacción a la toma de conciencia de la propia dignidad personal impulsada por el mensaje evangélico.

El futuro es promisorio, pero exigente. No basta con repetir lo logrado. Hay que inventar nuevos estilos pastorales, diseñar nuevas estrategias de acercamiento a la población, trabajar con nuevos lenguajes, ir más allá acompañando a un pueblo que está viviendo una revolución cultural acelerada.


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