La vida se despliega como don, llamada y proyecto .::. Foto: O. Benneth La tendencia asociativa, la vida de grupo, la inspiración comunitaria fue una experiencia casi espontánea en la vida de Don Bosco. El asociacionismo juvenil es, por tanto, una exigencia indispensable en la propuesta educativa querida por Don Bosco.

Don Bosco estaba convencido de que un tanto por ciento elevado de los jóvenes que el Señor envía a nuestras casas tiene disposiciones favorables para seguir, si se les motiva y acompaña convenientemente, una vocación de compromiso especial.

Nuestros jóvenes, sobre todo los jóvenes animadores, tienen el derecho de recibir de nosotros un estímulo que los lleva a pensar en su vida y en su compromiso en clave vocacional; en su acompañamiento personal debemos proponer con claridad el interrogante vocacional y animar su respuesta generosa.



Hoy la edad de las opciones vocacionales de vida se está desplazando y, aunque la semilla se lance en la preadolescencia o la adolescencia, madura con frecuencia en momentos siguientes, cuando los jóvenes se encuentran en la universidad o en las primeras experiencias de trabajo.

Debemos cuidar de modo especial a los más cercanos a nosotros, los animadores, los voluntarios, los colaboradores.

Los jóvenes, en la opción por el voluntariado, descubren un espacio de iniciativa y de servicio que se convierte en réplica valiente de la mentalidad individualista y consumista que insidia muchas realidades sociales. Al mismo tiempo, los ayuda a madurar una visión vocacional de la vida como don y como servicio.

El voluntariado se convierte en una verdadera escuela de vida; contribuye a educar a los jóvenes en una cultura de solidaridad en los encuentros con los otros, sobre todo con los más necesitados. Hace crecer en ellos el Espíritu de acogida, la apertura hacia el otro, e invita casi naturalmente a la apertura del don total y gratuito de sí mismos

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