escandalo El destape de los abusos sexuales de niños hechos por sacerdotes o religiosos en diversos países del mundo ha tenido la fuerza de una explosión atronadora.

De hecho, los medios de comunicación social se ocuparon de este tema con virulencia y, en algunos casos, hasta con saña.

No era para menos. De repente resulta que personas de supuesta espiritualidad cultivada y guías morales de la comunidad aparecen con un trasfondo moral aborrecible. La reacción de rechazo y escándalo es, entonces, explicable.

Lo que no es explicable es el sesgo generalizador que dieron casi todos los medios de comunicación social al terrible problema.


Por señalar a todo despliegue los gravísimos desórdenes, se olvidaron del conjunto. Se pudo comprobar que los infractores eran estadísticamente una minoría reducida del conjunto de religiosos. Como también se pudo comprobar que la tasa de infractores en la iglesia católica era mucho menor que en otras confesiones religiosas, con el agravante de que, de estas últimas no se hacía la publicidad amplificada como sí sucedió en el caso de la iglesia católica.

Atenuantes o no, el hecho de los abusos sexuales mencionados ocasionó una pérdida de confianza hacia la iglesia católica que, sobre todo en países europeos, alcanzó proporciones mayores. Esto se tradujo en un abandono significativo de fieles en varias regiones del mundo.

Los medios de comunicación social más escandalosos comenzaron a insinuar la muerte de la iglesia católica como institución. Al presentarla como un refugio de abusadores, el desprestigio la llevaría inexorablemente a su disolución.

Con el paso del tiempo, la comunidad católica ha ido redimensionando el triste fenómeno de los abusos sexuales. Estos hechos vergonzosos y humillantes empezaron a contrastarse con la otra cara de la iglesia que no es noticia, pero sí realidad: la de los millares de ministros fieles y sacrificados, generosos y honorables.

Pero el daño ocasionado por los abusos a menores ya está hecho y sus consecuencias perdurarán por mucho tiempo. La credibilidad en la iglesia católica ha salido perjudicada, sobre todo para quienes la ven como una simple institución humana y no logran percibir su otra dimensión, la divina

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