tm10melara Nací en la Iglesia Católica, fui bautizado, hice mi primera comunión, desde que tengo memoria siempre me gustó la vida religiosa a tal punto que en algunos juegos de mi niñez jugaba que era sacerdote. Cuando llegué a la adolescencia, tuve el deseo de ser sacerdote, se lo comuniqué a mi mamá, pero, lejos de apoyarme, me dijo que estaba loco, que pronto iba a conocer a alguna muchacha bonita y me iba a enamorar”.

En 1983, un compañero de escuela comenzó a “evangelizarme”. Él era de las Asambleas de Dios. Después de tanto insistirme en acompañarlo al culto, al fin me decidí a ir y... me gustó! Me gustaron las alabanzas, la predicación (ya no había aquel “ritual aburrido, monótono y rutinario” de las misas), y un día, antes de cumplir 16 años “acepté a Cristo como mi Salvador”. A partir de ahí me fui involucrando en la congregación. Cuando terminé mi bachillerato (high school), comencé a estudiar medicina, pero al final del primer año, después de una convención misionera, decidí dedicar mi vida a la vida religiosa (pero esta vez como evangélico) y comencé a estudiar una licenciatura en Teología en la Universidad de mi denominación.

Me gradué como Licenciado en Teología en 1992, fui misionero en Belice por un corto tiempo y me dediqué a pastorear. Fundé tres congregaciones de las Asambleas de Dios (dos de ellas todavía funcionan, pero ya no pertenecen a la denominación), y fui pastor asociado en dos congregaciones más de la misma denominación. También fui catedrático de Teología en la universidad de mi denominación y de otra universidad evangélica muy importante. En esta segunda universidad me asignaron una materia llamada “Historia del pensamiento cristiano”, y eso me hizo estudiar a la Iglesia Católica.

Comienzo a rastrear la historia de mi denominación y me doy cuenta que:
1. Jesús dijo que el mundo nos iba a reconocer por ser “perfectos” en unidad, pero hay miles de iglesias evangélicas y todas son producto de divisiones de otras iglesias.

2. Mi denominación fue producto de una subdivisión por una supuesta visita del Espíritu Santo.

3. Me enseñaron a odiar a la Iglesia Católica. Me dijeron que era la “Gran Ramera” y “guarida de demonios”. Pero, cuando la comencé a conocer, me encontré con expresiones como “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”. En la Hora Santa se dice “Bendito sea Dios, Bendito sea su Santo Nombre, Bendita sea la preciosa sangre de Jesucristo” En la misa se dice “Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo... Un demonio jamás puede decir eso.

4. Me dijeron que los católicos le habían añadido libros a la Biblia y descubrí que en el s. XIX, Sociedades Bíblicas quitó los libros deuterocanónicos de la versión Reina Valera (la llamada Biblia evangélica) por presiones económicas de las iglesias protestantes dominantes en esa época, porque, si no los quitaba, dichas iglesias no seguirían aportando el subsidio económico que recibía.

5. Pero el mayor conflicto era que me habían dicho que la Eucaristía era un invento de los católicos, que el pedacito de galleta y el refresquito de uva que tomábamos en la santa cena “representan” el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pero en los Evangelios y en 1 Corintios 11, Jesús dice claramente “Esto es Mi Cuerpo”.

A partir de ahí tuve que tomar una decisión y le comuniqué estos descubrimientos a mis esposa. Pensé que iba a haber una reacción negativa por parte de ella. Pero no. Ella también estaba luchando contra esto desde hacía algún tiempo, pero no podía decírmelo porque yo era pastor. Cuando supo que yo también estaba luchando, juntos buscamos la Iglesia y fuimos recibidos nuevamente, después de cumplir algunos requisitos como bautizar a nuestros hijos y celebrar el sacramento del matrimonio en la Parroquia María Auxiliadora (Don Rúa) en noviembre de 2004.  

Nos quedamos sin trabajo (fui removido como profesor de teología), pasamos muchas necesidades después de haber tenido un nivel de vida bastante bueno, pero damos gracias a Dios porque él nos proveyó trabajo a ambos. Ahora con la ayuda de Dios viajo a diferentes países, compartiendo mi testimonio a los que están dentro de la Iglesia, para que afirmen la verdadera fe.

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