TM7 Me siento identificado con lo salesiano por varios motivos. Soy el clásico exalumno, ya que estudié y me formé en estas aulas durante once años. Me siento orgulloso y agradecido por la educación recibida de maestros disciplinados, estrictos, brillantes y a la vez cercanos.

Estoy convencido de que el espíritu salesiano, a través del Sistema Preventivo (razón, amor y religión), permea todos los momentos educativos. Mas aún, la salesianidad es mi estilo de vida, una forma cautivadora de leer el entorno y aplicarlo a la vida cotidiana junto a los jóvenes.

Esto es palpable en las aulas y patios del colegio. Los ex alumnos, que siempre vuelven a esta casa de Don Bosco a “contarme cómo les va” y a compartir sus proyectos de vida y esperanzas, me han demostrado que la labor educativa desborda la simple clase y que la “palabra al oído” es clave, marca pauta y se mantiene indeleble.

El espíritu salesiano se asimila imperceptiblemente. Cuando comencé a trabajar en el colegio, muchos de mis profesores se convirtieron en mis colegas. Así seguía aprendiendo de ellos. A la vez tenía el reto de formar junto a ellos “buenos cristianos y honrados ciudadanos”. 

Salesianos y docentes buscamos incentivar a nuestros jóvenes a ser solidarios, aguerridos, asertivos, creativos, que no sean conformistas y que la palabra mediocridad no exista en su vocabulario ni en su corazón. 

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