TM5 Bartolomé Garelli se encontraba en la iglesia de San Francisco de Asís, de Turín, mientras, en la sacristía, Don Bosco se revestía de los ornamentos, para la celebración de la misa.

 

“-¿Qué haces ahí? –dijo riñéndole ásperamente el sacristán- ¿No ves que este sacerdote está esperando un monaguillo? Vamos, toma el misal y ayuda a misa.

-¡Pero si yo no sé! – respondió Bartolomé.

-¡Cómo que no sabes…! Entonces, ¿por qué has entrado aquí? Hay que ver estos bribones: entran en  la iglesia como si fuera su casa. Lárgate inmediatamente de aquí, no sea que…”

Y dicho esto, el sacristán la emprendió con el muchacho y a escobazos hizo huir al desgraciado. Ante tal escena intervino Don Bosco:

 

-¿Por qué le ha pegado así a ese muchacho?

-Pero, ¿qué hacía aquí metido en la sacristía?

-Nada malo; y no permito que trate así a mis amigos.

-¿Amigo suyo ese vagabundo? 

-Exactamente; por el mero hecho de ser un muchacho, se convierte en amigo mío. Vaya inmediatamente a buscarlo; no debe estar lejos. Tengo que hablarle.

 

Unos minutos después, el sacristán, confuso, traía a su víctima todavía temblando.

-Acércate, amigo mío – le dice Don Bosco- ; no te haré nada. ¿Cómo te llamas?

-Bartolomé Garelli.

-¿De dónde eres?

-De Asti.

-¿Qué oficio tienes?

-Albañil.

-¿Vive tu padre?

-No. Ha muerto.

-¿Y tu madre?

-Ha muerto también.

-¿Cuántos años tienes?

-Dieciséis.

-¿Sabes leer y escribir?

-Ni una cosa ni otra.

-¿Sabes cantar y silbar?

El chico se echó a reír; se había roto el hielo; nacía la amistad.

-Dime Bartolomé, ¿has hecho ya tu primera comunión?

-Todavía no.

-¿Vas al catecismo?

-No me atrevo.

-¿Por qué?

-Me da vergüenza; los otros chicos son más pequeños y saben más que yo.

-Y si yo te explicara el catecismo, ¿vendrías?

-Con mucho gusto.

-Entonces, comencemos.

 

Esta primera lección de catecismo fue breve, una media hora lo más. El domingo siguiente, Bartolomé Garelli vendría con otros compañeros. Así comenzó la obra de Don Bosco.

Compartir