TM3 Jesús necesita personas que lo den a conocer, que hagan ver la presencia de Dios en el mundo.

He aquí nuestra misión salesiana: ser personas que den testimonio de Jesús a los jóvenes, especialmente a los más pobres desde el punto de vista social y económico, necesitados desde el punto de vista afectivo y emocional, en situación de riesgo desde el punto de vista de la pérdida de sentido de la vida, de esperanza y de futuro. 

 

El intento de echar a Dios fuera de nuestra existencia, no convierte la tierra en un paraíso. ¡Al revés! Hace más arduo nuestro trabajo, más frágil nuestra vida, la vida de los jóvenes más difícil y menos paradisíaca toda nuestra tierra.

Es interesante la decisión pedagógica de Dios de hacerse preceder por precursores. Esto es lo que hizo don Bosco que como creyente caminó por la historia “como si viera al Invisible” y encauzó toda sus energías al servicio de una única causa: la salvación de los jóvenes. Para realizar esta misión dio lugar a todo tipo de iniciativas y obras, entre otras la fundación de la Familia Salesiana, no teniendo otras miras que las almas: “Da mihi animas”.

 

Estoy seguro de que las vocaciones para todos nuestros institutos se multiplicarían, serían más firmes y darían más fruto si los jóvenes -muchachos y muchachas- que frecuentan nuestras obras o que cuidamos en las diferentes actividades de todo tipo hallaran en nosotros un Juan Bautista que les señalara a Jesús, que les hiciera conocer su identidad profunda y los guiara en su seguimiento.

 

Qué hermosa misión nos confía el Señor. Realicémosla con gozo, con convicción y con generosidad. Cristo es un derecho de todos. Señalemos su presencia entre nosotros y llevemos a los jóvenes al encuentro personal con Él.

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