DSC 4187-(2) Hemos entrado en el tercer año de preparación al bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco (1815-2015).

El primer año estuvo dedicado a conocer mejor a Don Bosco como figura histórica: su tiempo, su ambiente, sus respuestas al entorno social, político y religioso en que se movía. Cada quien es hijo de su tiempo y circunstancias.

El segundo año nos ayudó a descubrir la actualidad de su propuesta educativa, el Sistema Preventivo, tan útil y aplicable hoy como en los días de Don Bosco.

El tercer año está destinado a profundizar en la espiritualidad de nuestro Padre. Es decir, la fuerza del Espíritu que lo impulsó a una opción vocacional fuera de lo común: entregar sus energías sacerdotales a los jóvenes desamparados de su tiempo.

Sin esta visión de la riqueza de fe de Don Bosco, correríamos el riesgo de quedarnos con una persona sensible al abandono de los niños y jóvenes y que reaccionaría a ese problema con soluciones de tipo social.

Adentrarnos en la espiritualidad de Don Bosco es conocer el motor que lo empujaba a vivir y actuar inspirado por Dios y acompañado por la Virgen María. Su intensa espiritualidad es la clave última para comprender mejor al Don Bosco “misionero de los jóvenes”.

Cada año se celebra en la casa general de los salesianos, en las afueras de Roma, un encuentro mundial de representantes de las casi cuarenta ramas de la Familia Salesiana. 

 

La reunión de este año estuvo centrada en la espiritualidad de Don Bosco. Conferencias de expertos, testimonios de personas que se han identificado con la espiritualidad salesiana, celebraciones religiosas y festivas llenaron las tres jornadas de los 400 participantes.

Este número del Boletín Salesiano se esfuerza por ofrecer un poco de las riquezas acumuladas en ese encuentro de Roma. Trataremos de seguir con el tema en los siguientes números de este año.

 

Heriberto Herrera

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