8 A quienes están familiarizados con las obras salesianas les resulta normal verlas llenas de jóvenes, ya sean colegios, parroquias u oratorios. Sobre todo, lo que ahora conocemos como grupos juveniles.

Los grupos juveniles son asociaciones de jóvenes, ellos y ellas, que se reúnen espontáneamente para ejercitarse en el liderazgo, la vida cristiana y la proyección social. Son grupos dirigidos por ellos mismos, bajo la mirada estimuladora de un salesiano. Su característica más llamativa es el clima de alegría explosiva y vitalidad efervescente.

Pues ese aspecto algo pintoresco de la pastoral juvenil salesiana empezó con Domingo Savio, aunque usted no lo crea. Corría el año 1854. El papa Pío IX estaba por definir el dogma de la Concepción Inmaculada de María. Ese evento despertó en el pueblo cristiano un intenso fervor hacia la Madre de Dios.

A Domingo le faltan pocos meses para morir. Él intuye que su final se acerca, dada su precaria salud. Sus amigos recordarán su insistente inquietud: Desearía hacer algo en honor de la Virgen; pero en seguida, ya que temo que me falte el tiempo.

Fue entonces que comenzó a invitar a sus mejores compañeros para formar una “compañía”, que llamaron de la Inmaculada Concepción.

El objetivo era estimularse recíprocamente para desarrollar su vocación cristiana bajo el apoyo de la Virgen María. 

La cosa iba en serio. Había que elegir un presidente que – vaya casualidad – resultó ser Miguel Rúa, quien, a la muerte de Don Bosco, lo sucedería en el gobierno de la congregación salesiana.

 

Redactaron también un reglamento de 21 compromisos y que firmaron el 8 de junio de 1856, nueve meses antes de la muerte de Domingo. Dicho reglamento fue examinado y aprobado por Don Bosco, quien le añadió siete recomendaciones muy oportunas. 

Los miembros de la Compañía de la Inmaculada se reunían cada semana durante media hora. Objetivo principal: “Nos ocuparemos del progreso de la Compañía en la virtud y en la piedad.” Impresiona leer en el Reglamento las opciones concretas que se trazan esos jóvenes para vivir con intensidad la misma vida del Oratorio. Nada que ver con un grupo hermético y sospechoso.

 

El experimento funcionó de tal manera que comenzaron a aparecer en el Oratorio otras compañías similares. Esta modalidad asociativa se extendió en toda la congregación salesiana hasta la mitad del siglo XX. Actualmente han cambiado los nombres, los lenguajes y los estilos. Pero la idea original de Domingo Savio sigue vigorosa. Hoy hablamos de asociacionismo y grupos juveniles. Y nos conmueve ver a muchedumbres de jóvenes que celebran bulliciosos su pertenencia a Cristo y estrenan su protagonismo ayudando a otros jóvenes a descubrir la belleza de la fe cristiana.

Compartir